El martes por la noche, California y Florida votaron por Barack Obama. En esa misma elección, ambos estados, junto a Arizona (donde ganó John McCain), aprobaron en referendo limitaciones legales a los matrimonios homosexuales, matizando las raíces ideológicas de la victoria demócrata y abriendo el debate sobre si EEUU es aún un país conservador o se ha vuelto progresista. En el caso de California, las personas del mismo sexo podían casarse desde junio; tras el referendo ya no podrán.

Dicho de otra forma, se debate si una revolución Obama ha enterrado la revolución Reagan, ya que a la victoria de Obama en las presidenciales hay que añadirle que el Partido Demócrata amplió sus mayorías en el Congreso. "En el 2008, una nueva mayoría demó- crata ha emergido con votantes jóvenes al timón; continuará durante 40 años", ha escrito Jim Carville, estratega jefe de Bill Clinton en la campaña de 1992.

Las características demográficas de muchos de los votantes de Obama (jóvenes, negros, hispanos, blancos con estudios superiores...) y su victoria en estados rojos como Florida y Ohio sustentarían este argumento.

CIRCUNSTANCIAS ESPECIALES Sin embargo, hay otro: que la buena noche demócrata se debió a una conjunción de circunstancias extraordinarias pero puntuales, que van desde la crisis económica a la guerra de Irak, pasando por los récords de impopularidad de Bush. Pero EEUU seguiría siendo un país conservador. Los resultados de los referendos en California y Florida, una de las pocas buenas noticias que recibieron los conservadores en asuntos morales y sociales el martes, sustentarían esta tesis. Dado el historial estadounidense de evitar la concentración de poder en una fuerza, las elecciones legislativas del 2010 serían la oportunidad del Partido Republicano de volver por sus fueros.

En The Wall Street Journal, Lanny J. Davis, otro exasesor de Clinton, ofrecía ayer una tercera vía: la victoria de Obama es trascendente y puede ser duradera en términos de mapa electoral, pero no es progresista. Se trataría de una nueva forma de gobernar basada en el consenso más que en el partidismo y eminentemente centrista, formada por "una coalición mayoritaria de progresistas, conservadores, moderados e independientes". Al fin y al cabo, en el tema de los matrimonios homosexuales, Obama es partidario de las uniones y de otorgar derechos a las parejas de personas del mismo sexo, pero no de que se les dé la consideración de matrimonio. Es exactamente lo que han dicho en sus referendos California y Florida.

Pero para la izquierda del Partido Demócrata esta es una oportunidad que han estado esperando durante mucho tiempo de dominio conservador. Es el mismo sector al que disgustó la evidente mudanza al centro que protagonizó Obama tras ganar las primarias. El presidente electo se mostró entonces como un defensor del derecho a poseer armas; como un impulsor de un amplio paquete de reducciones fiscales a la clase media; partidario de ataques aéreos en Pakistán si se localiza allí a Osama bin Laden; defendió una sentencia del Tribunal Supremo que reanudaba las penas de muerte con inyección letal... Obama quiere hacer que todo el mundo tenga una sanidad asequible, no promete una sanidad universal.

PESO EN EL CONGRESO Pero este sector izquierdista no elevó mucho la voz, algo que sí ya ha empezado a hacer estos días, consciente de que forma un grupo importante en el Congreso. Por eso, figuras como Nancy Pelosi y Howard Dean han advertido de que no puede haber un giro radical a la izquierda.