Uno aparca el coche frente a la puerta de entrada de la armería Roanoke Firearms y ya se hace una idea de cómo piensan sus dueños. Grabada en el cristal, una cabeza de Osama bin Laden en el interior del punto de mira de un arma da la bienvenida al comprador. Por esa puerta cruzó el pasado 13 de marzo Cho Seung-hui. Poco después, salió con una caja de munición y una Glock 19, una de las dos armas con las que el lunes Cho mató a 32 personas en el campus de la Universidad Politécnica de Virginia (UPV). "No me siento culpable, habría logrado el arma en otro lugar", responde John Markell, dueño de Roanoke Firearms.

La armería es un negocio familiar que tiene en estoc más de 350 rifles y pistolas, lo que la convierte en una de las mejores tiendas de la región. Desde que abrió la tienda en 1998, Markell ha vendido 160.000 pistolas, de las que media docena fueron usadas en homicidios o suicidios. Cuando uno deja el rostro de Bin Laden a sus espaldas, se topa con un mostrador lleno de pistolas, cargadores y balas. Tras los dependientes, cuelgan de la pared decenas de rifles.

En una vitrina lucen las joyas de la casa: unos AK-47. Un comprador con gesto de entendido comenta las virtudes de una pistola con un joven, probablemente su hijo, que aparenta unos 14 años. El vendedor se deshace en elogios sobre la pistola. La página web --ahora inactiva por el alud de mensajes, de apoyo y de crítica, que recibió los últimos días-- permite encargar y reservar armas, aunque no hay entrega a domicilio.

Amistad con el arma

"Los europeos pueden criticar lo que quieran. Pero lo cierto es que desgracias como la de la UPV siempre suceden en sitios donde está prohibido llevar armas. No echas de menos el arma hasta que algo malo ocurre", dice Dennis Chastain, socio de Markell. Chastain habla de las armas como si fueran amigos o mascotas. Y algo de eso hay en la devoción con la que quienes defienden la posesión de armas se refieren a sus pistolas, rifles y demás juguetes . "Mire, hace 200 años que tenemos una Constitución que respeta nuestros derechos y nuestras libertades. Y uno de los motivos por los que hace tanto tiempo que dura es que gracias a la Segunda Enmienda no necesitamos a nadie que venga a ayudarnos", afirma Chastain.

La Segunda Enmienda dice: "Siendo necesaria una milicia bien ordenada para la seguridad de un Estado Libre, no se violará el derecho del pueblo a portar armas".

En la Roanoke Firearms no se violó el derecho de Cho a poseer y portar armas. Según se ve en el sistema de 32 cámaras de seguridad que Markell instaló en su tienda, el joven de 23 años compró la Glock 19 --conocida como la Defensora de tu casa , la pistola más popular entre las fuerzas del orden-- tras estudiarla. Siguiendo la ley, el dependiente le pidió tres pruebas de identidad --carnet de conducir, una chequera y la tarjeta de inmigración-- y efectuó el rutinario chequeo en el ordenador de la policía.

571 dólares

Minutos después y previo pago de 571 dólares con tarjeta de crédito, Cho salió con el arma. A Cho, con problemas psiquiátricos, le supuso menos molestias hacerse con la Glock que con algunos fármacos antidepresivos: un viaje de 50 kilómetros desde Blacksburg y unos minutos en la tienda.

Lo dramático es que este proceso es legal. Por eso en el idioma de los propietarios y los empleados de la Roanoke Firearms no entra la palabra remordimiento. Están "apesadumbrados", aceptan cualquier opinión, "por muy equivocada o ignorante que sea", pero no se consideran parte de la tragedia. "¿Hay que prohibir los coches por los accidentes de tráfico? El único responsable de las muertes es Cho Seung-hui", dice Markell. "No hay que tocar la Constitución. Yo estoy contestando sus preguntas porque le ampara la Primera Enmienda (que protege la libertad de expresión). Pues bien, la Segunda Enmienda me protege a mí", zanja Chastain.