La ceremonia de juramento de un presidente en EEUU se considera una fiesta de democracia, que incluye una maratoniana noche de bailes y cenas, y se remata al día siguiente con una ceremonia ecuménica en la Catedral de Washington. Lo sabe bien el clan de los Bush, que por segunda vez con George como presidente --tercera tras el mandato de su padre-- cumplieron el jueves con el ritual, recorriendo a velocidad de crucero las nueve fiestas organizadas en Washington D.C.

Aunque los bailes de los ocupantes de la Casa Blanca fueron un visto y no visto, en todos brilló con especial intensidad la primera dama, Laura Bush. Fue vestida mañana y noche con dos alabados diseños de Oscar de la Renta, curiosamente el hombre que vestía a Hillary Clinton. La antigua bibliotecaria y el exgobernador se pusieron pies a la obra en una tarde que alteró la costumbre del presidente de retirarse pronto, muy pronto, a la cama. Durante la primera parada, el Homenaje a los Héroes, sólo se detuvieron siete minutos y bailaron 30 segundos.

Padres orgullosos

En su siguiente cameo , el baile de la Constitución, la danza presidencial se alargó 66 segundos y en el de la Libertad volvió a reducirse hasta un minuto escaso. El último fue el baile del Comandante en Jefe, el único al que asistieron los orgullosos padres del presidente, George y Bárbara. Y los Bush tocaron retirada tres minutos después de las diez de la noche, una hora y media antes de lo esperado según el calendario oficial.

Si algo quedó patente es que el estilo de Laura Bush, como su papel, se ha transformado radicalmente en cuatro años. Mientras su marido se ve envejecido, ella se ha sofisticado, se ha refinado y no oculta su riqueza. Como sentenciaba ayer The Washington Post , "nunca se ha visto mejor ni más obviamente regia". La mujer que se casó con Bush a condición de que nunca le hiciera dar un discurso, ya demostró en la campaña electoral que está dispuesta a tener un papel político más relevante. La primera dama está lista para los focos.