El problema no son las armas de fuego, sino la cultura que las alimenta y ampara. Es la misma que defiende la barra libre en Wall Street, antepone el individuo a la comunidad, el beneficio de unos pocos al bien común.

Cada vez que se produce una matanza se escuchan las voces de la cordura que exigen cambios legislativos hasta que el dolor por los muertos, 59 en el caso de Las Vegas, se diluye y el negocio puede seguir con la conciencia inmaculada.

Cada vez que se intenta ordenar el Far West aparece la Segunda Enmienda de la Constitución elevada a la categoría de tablas de la ley. Dice: «Siendo necesaria una milicia bien regulada para proteger al Estado libre, el derecho de la gente a tener y portar armas no debe ser infligido».

La situación de EEUU no es la misma que a finales del siglo XVIII, ni los arsenales. No es equiparable el derecho a poseer armas en el hogar al derecho a moverse por Las Vegas cargado de 12 rifles semiautomáticos modificados con el dispositivo bump stock que les permite realizar 90 disparos en diez segundos.

Desde 1791 han cohabitado dos interpretaciones en los diferentes tribunales supremos de los estados: la que incide en la milicia, que fue la predominante durante la segunda mitad del siglo XX, y la que se centra en el derecho del individuo, que es la que prevalece desde el 2008 al negar el Tribunal Supremo de EEUU, por cinco votos a cuatro, el derecho de Washington a imponer una prohibición de portar armas en la ciudad. Venció el criterio del juez conservador Antonin Scalia. Con la actual composición del Supremo es imposible una revisión.

Esta querencia por las armas es un motor económico que se manifiesta dentro y fuera del país. EEUU es el principal vendedor de armas del mundo: 40.000 millones de dólares en el 2015, la mitad del comercio mundial. El 40% de sus ventas se concentraron en Oriente Próximo, una zona caliente que el presidente Donald Trump está dispuesto a calentar más con la retirada de EEUU del acuerdo nuclear con Irán. Las zonas calientes, como Corea del Norte, son un gran negocio. Lo llaman oferta y demanda.

Tras lo ocurrido en Las Vegas, la National Rifle Association (NRA), la patronal de los que ganan dinero con las armas de fuego, sean fabricantes o minoristas, ha aceptado la regulación de los bump stock, pero rechaza toda cautela en el derecho de cualquier desequilibrado a armarse hasta los dientes. Este gesto es una cortina de humo, solo trata de apaciguar las críticas.

Al final del mandato de Barack Obama se dispararon las ventas por temor a que el presidente aprobara algún tipo de limitación. No sucedió, carecía de apoyos en el Congreso.

La NRA practica, como otros lobis, una política de cercanía con los legisladores, les apoya en sus campañas. Las donaciones condicionan el voto. Pasó con la patronal del tabaco; sucede también con las petroleras que edulcoran el peligro del cambio climático.

90 matanzas desde 1982

Tantas armas no garantizan la seguridad, más bien al contrario. El 64% de los asesinatos en EEUU en el 2016 estaban relacionados con las armas de fuego, más del doble que en Canadá y cuatro veces más que en Australia. Hay 88 armas de fuego por cada 100 habitantes. El segundo país del mundo con más armas en manos de la población es Yemen, que padece una guerra desde hace años en la que Occidente no es inocente. Desde 1982 se han producido en EEUU más de 90 matanzas. Se considera matanza cuando el número de muertos supera los cuatro, el crimen es indiscriminado y carece de un móvil de robo o similar. La edad media de los asesinos es de 34 años. El autor de la matanza de Las Vegas, Stephen Paddock, tenía 64. Aún se desconocen cuáles fueron sus motivos.

EEUU tiene, como nosotros, un problema con la transmisión de bulos disfrazados de noticias. Nada más producirse el ataque de Las Vegas, circuló por Google y Facebook informaciones que sostenían que Paddock era miembro del Partido Demócrata y su móvil, político.

Ese tipo de mentiras se introducen con facilidad en las redes sociales donde todo fluye igualado. Detrás de esos bulos hay webs ultraconservadoras que han encontrado el modo de colarse por la puerta trasera de Google y Facebook. Saben que muchos medios considerados serios utilizarán esas informaciones falsas sin comprobar dándolas una pátina de credibilidad.

Algo parecido ocurrió con el ISIS. Reclamó que lo ocurrido en Las Vegas era un atentado de uno de sus soldados. Dijo que Paddock se había convertido al islam. Nada indica que eso sea cierto, pero no dejes que la realidad estropee un buen titular o un buen tuit.