El primer ministro turco, Recep Tayyip Erdogan, profundizó ayer su constante guerra con el estamento castrense impidiendo la normal renovación de la cúpula de las Fuerzas Armadas durante la reunión anual del Consejo Militar Supremo.

Se trata de un cónclave rutinario donde se aprueba la sustitución de los mandos del Ejército y un puñado de soldados son expulsados por "contrarrevolucionarios", un término que usan los militares para designar a aquellos con simpatías islamistas. Pero esta vez se hizo patente que el Gobierno no iba a dar manos libres a los generales.

Erdogan boicoteó la sesión para mostrar su oposición. En el centro de la polémica estaba la promoción de 11 altos oficiales que reclama un tribunal por su supuesta implicación en el plan golpista Balyoz (Mazo). Desde el punto de vista legal, está permitido ascender a los militares bajo los que pesa una orden de arresto hasta que no haya comenzado el juicio, pero el Gobierno no estaba dispuesto a permitir un nueva cúpula militar compuesta de golpistas.

Otro punto de fricción fue el ascenso del actual comandante del Primer Ejército, Hasan Igsiz, al puesto de jefe del Ejército de Tierra, una posición que tradicionalmente da paso a la jefatura del Estado Mayor de las Fuerzas Armadas. Mientras se celebraba el Consejo Militar, el fiscal que investiga la trama ultranacionalista Ergenekon llamó a Igsiz a declarar sobre su presunta participación en otro plan para derrocar al Gobierno, algo que ha provocado que el Ejecutivo islamista moderado exija su jubilación inmediata.

En ambos casos Erdogan se salió con la suya: los 11 oficiales no fueron ascendidos e Isik se retirará en septiembre. Pero esto ha causado un vacío de poder en el Ejército de Tierra ya que el hasta ahora comandante, Isik Kosaner, ocupará la jefatura del Estado Mayor en lugar de Ilker Basbug, que pasa a la reserva.