En los próximos meses, Nueva York empezará a acometer por décima vez en su historia la construcción del edificio más alto del mundo, una torre coronada por una antena que supera los 543 metros de altura y que es una de las piezas claves del diseño del arquitecto Daniel Libeskind, ganador del concurso para reconstruir la zona cero . El proyecto de este estadounidense nacido en Polonia fue definido en su presentación oficial ayer como "el mejor mapa para empezar el viaje". Pero los intereses económicos y políticos que sobrevuelan la reconstrucción del World Trade Center hacen que su selección no despeje muchas de las dudas sobre el futuro del sur del Manhattan, que podría tener un nuevo perfil listo en cinco años.

El propio Libeskind destacó la "la histórica participación democrática" que ha regido los 18 meses que ha durado el arduo proceso de selección, en el que se han escuchado las opiniones de familias de las víctimas del 11-S y de ciudadanos de todo el mundo. Lo recordaron también el alcalde de Nueva York, Michael Bloomberg, y el gobernador del Estado, George Pataki, que definió la reconstrucción como una necesidad que "nació de la tragedia y se forjó en la democracia".

LAS EXIGENCIAS

No hubo ninguna intervención de Larry Silverstein, el hombre que tenía alquiladas las Torres Gemelas, que insiste en que se reconstruya todo el espacio de oficinas (casi un kilómetro cuadrado) y que puede decidir con qué diseñadores quiere trabajar, dejando la puerta abierta a la posibilidad de que el proyecto de Libeskind no llegue a plasmarse. Tampoco hubo mención a las exigencias de los dueños del espacio comercial, que quieren un enorme centro bajo tierra, o a los debates sobre otras construcciones, o a los problemas de financiación.

Lo que parece seguro es que se construirá esa torre. También que el proyecto incluirá una estación de transportes, un centro cultural, un museo y un hotel de lujo. Y que el memorial --cuyo diseño se escogerá en un concurso que se abrirá en primavera-- estará situado en lo que se conoce como "la bañera", el agujero que quedó tras los atentados.

El ascenso de la torre --en cuyo piso 110 habrá un restaurante-- se interpreta como símbolo de la esperanza y el futuro. El recogimiento y el recuerdo se sitúan en el memorial, al que se accederá tras descender casi 10 metros.