Entre 5.000 y 10.000 personas marcharon ayer en Teherán por la avenida Enghelab (Revolución), entre la plaza de ese mismo nombre y la llamada Azadi (Libertad), en abierto desafío a la orden de suspender las protestas que dio ayer el líder supremo del país, el ayatolá Ali Jamenei. Un número similar de policías y milicianos basijs utilizó cargas en motocicleta, bastones, gas lacrimógeno, un cañón de agua y tiros al aire en su afán de impedir la protesta. Pero a pesar de los enfrentamientos los manifestantes lograron recorrer los cuatro kilómetros y llegar hasta solo 200 metros de su meta, donde les fue imposible cruzar las últimas barreras de uniformados.

El evento mostró el arrojo de quienes consideran que hubo fraude electoral y la determinación en hacer frente a la represión del Estado en su demanda de anular las elecciones y repetirlas. Las autoridades habían tolerado cuatro marchas la semana pasada, pero tras la intervención del jerarca político-religioso, ayer dieron los primeros pasos en su decisión de emplear mayor violencia. El resultado fue una jornada de agitación y caos que marca una escalada de tensión en Irán.

CONFUSO ATENTADO Además de desnudar la indisciplina y la confusión operativa de las fuerzas represivas, los manifestantes les propinaron una derrota casi total, que puso en situación incómoda al jefe de la policía, el general Ahmadi Moghadam.

En la televisión, el oficial dijo que sus fuerzas habían "actuado con indulgencia". "Pero a partir de hoy", añadió, "debemos recuperar la ley y confrontarlos con mayor seriedad. Los eventos se han tornado agotadores, molestos e intolerables. Quiero que tomen en serio las advertencias de la policía porque habremos de enfrentarnos seriamente a aquellos que violan las reglas".

El Estado iraní se ha embarcado en una ofensiva para desacreditar el movimiento y presentarlo como violento, vandálico y promovido por potencias extranjeras. Jamenei las nombró en su sermón: la "malévola" Gran Bretaña, EEUU y el sionismo.

Todos los canales de televisión en Irán son propiedad del Estado y quien nombra a sus directivos es el ayatolá Jamenei. En las pantallas, las protestas solo aparecen como actos absurdos de destrucción de la propiedad. Sin dar detalles, la agencia oficial IRNA aseguró que un atacante suicida había introducido una bomba en el mausoleo de Jomeini, padre de la República Islámica y figura reverenciada por los iranís. Las víctimas habrían sido el propio autor del atentado, muerto, y varios peregrinos heridos.

Una semana atrás también se dijo que una red de terroristas respaldada por EEUU había sido capturada el día de las elecciones, cuando pretendía hacer estallar varios centros de votación. No se explicó cuál era la evidencia, ni quiénes eran ni por qué habría estado Washington interesado en boicotear los comicios.

En este sentido, el presidente Barack Obama pidió ayer al Gobierno iraní que "detenga la violencia y las acciones injustas contra su propio pueblo". Obama advirtió a los líderes que "el mundo está mirando lo que ocurre" y que "será el pueblo iraní el que en última instancia juzgará las acciones de su Gobierno".

Ayer se dio la coincidencia de la doble demostración de las voluntades del líder Musavi y el pueblo iraní. También se vio una segunda estrategia por parte del régimen. La agencia IRNA dio a conocer un segundo sermón del líder supremo el pasado viernes, en el que manifestó su apego hacia el expresidente y ayatolá Rafsanyani, un aliado fundamental de Musavi.