Robert Gates, próximo secretario de Defensa de EEUU y sucesor del belicoso Donald Rumsfeld, confirmó ayer tácitamente que se avecinan cambios notables en la estrategia del presidente George Bush con respecto a Irak, al reconocer abiertamente que Washington no está ganando la guerra lanzada por la Casa Blanca hace exactamente tres años y nueve meses. La situación podría empeorar y convertirse "en una conflagración regional" si no se controlan el caos y la creciente violencia que asolan el país árabe, advirtió también Gates.

"Lo que hagamos durante el año que viene o el siguiente determinará si los estadounidenses, los iraquís y el próximo presidente de EEUU tienen que hacer frente a una situación que mejora lenta y firmemente en Irak y en la zona, o al riesgo muy real de una guerra en la región", explicó, sin ambages, ante el comité de Servicios Armados del Senado, durante la audiencia para su confirmación en el cargo.

Gates no ocultó su pesimista lectura de la situación en Irak, al reconocer que "lo que estamos haciendo no es satisfactorio". Sin embargo, echó un leal cable al presidente Bush al matizar que, aunque Washington no está ganando en el sangriento conflicto iraquí, "en este punto" todavía no lo está perdiendo.

El próximo secretario de Defensa, cuya confirmación se espera para finales de semana, se declaró abierto a todas las opciones en la crisis iraquí. Las primeras serán hechas públicas hoy por el Grupo de Estudio de Irak.

RETIRADA DE TROPAS La más popular en estos momentos en Washington es la retirada paulatina de tropas que propone la oposición demócrata, pero Gates eludió revelar ayer si la respalda. Lo que si clarificó es su oposición a un calendario específico para la repatriación de los 140.000 soldados que EEUU tiene en Irak, porque "lo que diría a los insurgentes es cuánto tiempo tienen que esperar hasta que nos vayamos".