El halcón hispano volvió a volar ayer en Nueva York. La ministra Ana Palacio se distinguió una vez más en el Consejo de Seguridad por la beligerancia de su lenguaje, hasta el punto de que sus colegas Colin Powell y Jack Straw parecieron mansas palomitas.

Fue como una repetición de la anterior reunión del Consejo de Seguridad, el 14 de febrero. En aquella ocasión, la ministra se enredó en una retórica confusa que dejó en muy mal lugar a la diplomacia española. Días después confesó: "No quise llevar nada escrito, como hicieron otros ministros, porque quería escuchar antes a los inspectores. Eso siempre tiene el riesgo de atascarse cuando se está cansado, y yo me atasqué".

Ayer lo llevó todo escrito --¿es que no quería escuchar a los inspectores?-- y, a juzgar por su vehemencia, no parecía muy cansada. Sin embargo, las palabras se atropellaban en su boca, como si las advertencias y presagios que soltó hubieran librado una lucha feroz para ocupar su lugar en el discurso.

LOS ASESORES

Mientras sus colegas hablaban, Palacio tomaba notas compulsivamente y, de tanto en tanto, se giraba a cuchichear con sus asesores.

La ministra arremetió contra Sadam, pero dedicó buena parte de su filípica contra sus propios colegas del Consejo. Dijo que dar más tiempo a Sadam es, "parafraseando a un pensador francés, la estrategia de la impotencia". Se pudo ver al alemán Joschka Fischer, que esbozó una sonrisa displicente.