Como un padre que alecciona a su hijo por haberse portado mal en su ausencia, el presidente iraní, Mahmud Ahmadineyad, se dirigió ayer al Gobierno estadounidense para informarle de que debe "corregir su comportamiento" si quiere contar con su ayuda para estabilizar Irak. Menos perdonador, pero a la legua igual de satisfecho por el giro de los acontecimientos, el Gobierno sirio ha hecho saber que también está dispuesto a hablar y ha despachado el asunto con una frase: "La pelota está en su tejado".

Pero lo cierto es que ni Teherán ni Damasco piensan regalar nada, y que tanto Washington como Londres deberán pagar un precio alto si de verdad --como anunció el premier británico, Tony Blair-- quieren la ayuda de sus dos archienemigos para pacificar Irak. "Nuestros nuevos amigos en Oriente Próximo", tituló ayer el diario londinense The Independent , que no sin ironía recordaba que en solo cuatro años Siria e Irán han pasado de malos de la película a posibles socios.