Los laboristas tienen que hacer muchos números, equilibrios y cuentas para que les cuadre la mayoría absoluta que necesitan para gobernar. ¿Misión imposible? Seguramente.

Al ya exprimer ministro Gordon Brown no le basta con seducir a los liberales, con la promesa de una reforma electoral y algunos puestos presentes en el futuro Gabinete. Además de con los liberales, debe negociar con un buen número de pequeños partidos, como el Partido Socialdemócrata y Laborista (SDLP, laboristas norirlandeses) y el Partido Nacionalista Escocés (SNP) y Plaid Cymru (nacionalistas de Gales).

A cambio de su ayuda, los tres exigirían el mantenimiento de subvenciones y presupuestos de los servicios públicos. Pero un indicio de trato de favor cuando se va a anunciar una supresión de recursos públicos a una escala nunca vista hasta ahora sería muy impopular en el resto del país.

Brown puede ser, además, el obstáculo para negociar cualquier acuerdo con los liberales. Sus relaciones con el liberaldemócrata Nick Clegg no son del todo buenas. Al parecer, el exprimer ministro siempre trató de mala manera al líder de la eterna tercera formación durante sus encuentros en el Parlamento británico. Una vez más, ayer se repitió la posibilidad de que, si los laboristas desean llegar a un acuerdo, la condición de los liberales sea precisamente la salida de Gordon Brown del Gobierno de coalición que formarían.