Cinco encuentros han hecho falta para que el presidente de EEUU, Barack Obama, y el primer ministro de Israel, Binyamin Netanyahu, transmitan imagen de sintonía. Ayer, tras meses de tensión y roces ampliamente publicitados, los dos líderes se vieron cara a cara durante 90 minutos en el Despacho Oval de la Casa Blanca, esta vez dejando que las cámaras los retrataran juntos, sonrientes, dándose apretones de manos y coincidiendo en definir como "excelentes" las "extensas" conversaciones, en las que abordaron desde el programa nuclear iraní hasta el bloqueo de Gaza.

Tras ese diálogo, no obstante, sigue sin haber ningún anuncio que permita identificar un avance en el proceso de paz entre israelís y palestinos, por más que Netanyahu anunciara que dará "pasos concretos en las próximas semanas", paradójicamente sin concretarlos. Lo que el presidente de EEUU ha logrado es descongelar públicamente la relación, manteniendo abierta su opción de jugar un papel vital en ese ahora estancado proceso, y ayer aseguró: "Nuestra relación sigue mejorando". Reiteró, además, que sus dos países están unidos por "un lazo inquebrantable".

Netanyahu, por su parte, habló de una relación que contiene "profundidad y riqueza" y parafraseó a Mark Twain para decir que "las informaciones sobre la muerte de la relación especial entre EEUU e Israel no son solo prematuras, son sencillamente falsas". Eran halagos compartidos que parecían impensables hace solo unos meses, cuando una serie de desencuentros políticos agravaron la comunicación y la relación bilateral.

Primero, Israel consideró una intromisión la petición de Obama de congelar los asentamientos. Luego, llegó un mazazo diplomático cuando, durante la visita del vicepresidente Joe Biden a Israel, se anunciaron nuevas construcciones. Cuando Netanyahu acudió a la Casa Blanca en marzo, la Administración estadounidense selló el encuentro a la prensa, dando un trato prácticamente inédito a la delegación israelí. Obama, además, abandonó la reunión cuando las conversaciones llegaron a un punto muerto. Y las barreras siguieron alzándose en mayo, cuando Washington firmó el Tratado de No Proliferación de Naciones Unidas en que se insta formalmente a firmarlo a Israel, un país que nunca se ha declarado como potencia nuclear.

Obama aseguró que "el tamaño y la historia" dan a Israel "requerimientos de seguridad únicos" y definió a Netanyahu como un líder "dispuesto a tomar riesgos por la paz".