Iba a ser una coronación, el cierre de un círculo que hace no tanto tiempo parecía imposible de trazar; un canto de victoria proclamado en un escenario tan simbólico como Iowa, el estado donde, el 3 de enero, Barack Obama hizo añicos las previsiones y se colocó en cabeza de una de las carreras políticas más interesantes en la memoria de los votantes demócratas de EEUU. Sin embargo, el senador de Illinois pisó el freno.

Pese a asegurarse el martes la mayoría de delegados electos en las primarias en Kentucky (donde arrasó Hillary Clinton) y Oregón (donde él se impuso con comodidad), en un discurso en Des Moines, Obama declaró que la nominación como candidato a la Casa Blanca del Partido Demócrata está "al alcance".

En su campaña, durante el fin de semana, se habían lanzado algunas campanas al vuelo. Y se extendía un espíritu de euforia entre las 7.000 personas que el martes se agrupaban en las calles del East Village de Des Moines para escucharle. Sin embargo, el propio Obama obligó a moderar el entusiasmo, consciente tanto de que Clinton no tira la toalla como de que darla por derrotada podría irritar a votantes que, de confirmarse como candidato, necesitará en noviembre ante John McCain.

Así, el respeto público por su rival cobró la forma más expresa que ha adquirido hasta ahora. "Ha destrozado mitos, ha roto barreras y ha cambiado la América en que crecerán mis hijas y las vuestras", dijo Obama en un enfático halago.

DISCURSO CALCULADO Esas palabras tenían mucho, como todo en su discurso del martes, de cálculo, ese que en ocasiones aleja a Obama de la imagen de figura de cambio radical y lo acerca a la de un político diestro en las reglas de un juego que muchos de sus votantes desprecian.

Fue duro con el candidato republicano. Y su también calculado ataque a este confirmó lo estratégico de un discurso más dirigido a los superdelegados del partido que tienen en su mano la nominación que a los congregados en la calle.

Porque cuando Obama se lanzó a la yugular de McCain en temas como el recorte de impuestos a los más ricos o la guerra y esgrimió uno de sus conceptos clave --el cambio-- para prometer mejoras en cobertura médica, independencia energética, educación o relaciones exteriores, lo que hacía era lanzar el mensaje de que puede ganar en las elecciones de noviembre.

Christine Pardee, una consultora gubernamental, reconoció que Obama se va a enfrentar en otros estados rurales a un tema que hasta ahora no ha entrado plenamente en la campaña: el racismo: "Creo que puede ser y será un asunto decisivo".