Hace poco más de un año, entusiasmo era una de las ideas más asociadas al presidente de EEUU, Barack Obama, y lo era por su ambiciosa agenda, por su propuesta de mejorar la imagen de Washington, por la posibilidad de cambio... Doce meses y una semana han sido suficientes para hundir el valor de ese activo presidencial en el mercado político y en las encuestas. Ayer, un Obama debilitado, a la defensiva, con muchos menos logros de los ambicionados trató en su primer discurso sobre el Estado de la Unión de volver a ganar la confianza de sus principales inversores: los ciudadanos.

Hasta última hora antes de su cita ante la sesión conjunta del Congreso a las 9 de la noche (las 03.00 de la madrugada en España), Obama estuvo con su equipo elaborando un discurso con múltiples objetivos. Posiblemente, el más importante era tratar de conectar otra vez con las bases que le llevaron hasta la Casa Blanca. Otro era intentar calmar los temores de un desmoralizado Partido Demócrata. El discurso sobre el Estado de la Unión no llegaba tan lejos como para admitir la culpa, pero sí a aceptar responsabilidades por no haber logrado rápido los cambios prometidos.

LA ECONOMIA, EL EJE La economía era el eje de su intervención. Y si bien había espacio para hablar de lucha contra el déficit y para dar detalles sobre su plan de congelación de gasto público los tres próximos años en temas no relacionados con la seguridad, su foco era la clase media, la más golpeada por la situación económica y el desempleo, que ha superado el 10%.

Obama anunció propuestas concretas. Entre ellas, los recortes de impuestos para pequeñas y medianas empresas, incentivos para aumentar las contrataciones y las subidas salariales y un plan para expandir el crédito a las pymes por el que destinará 25.000 millones de dólares (17.723 millones de euros) del programa de rescate de los bancos a animar los préstamos a pequeños y medianos empresarios.

LOS OTROS RETOS Dedicó también tiempo a renovar su compromiso con la inversión en educación, energías limpias e infraestructuras. Se comprometía de nuevo a luchar por la abolición de políticas discriminatorias como la que prohíbe a los homosexuales servir en el Ejército. Y en la lista de peticiones al Congreso, urgía a buscar consenso para sacar adelante reformas como la de inmigración, la financiera y la de la sanidad.

La política exterior, los retos de seguridad que plantea Al Qaeda, las relaciones mundiales y la situación en Irak, Afganistán e Irán llegaban en la parte final del discurso, una intervención en la que Obama llamó también a restaurar la confianza en Washington.