Esta vez Barack Obama no ha aprovechado la ocasión para ofrecer un inspirado discurso sobre la problemática racial en EEUU. La intempestiva gira del reverendo Jeremiah Wright para defenderse de los ataques que sufrió solo ha servido para reafirmar su imagen de incendiario pastor de una iglesia negra a la que el senador acudió durante 20 años y para que Obama se desmarcara de él, consciente de que el reverendo se ha convertido en el talón de Aquiles de su campaña. "Cualquiera que fuera la relación que tuve con el reverendo Wright ha cambiado", zanjó Obama.

Las palabras de Wright -- en las que culpa a EEUU del 11-S, compara a Washington con Al Qaeda y dice que el sida es una creación del Gobierno contra la comunidad negra-- amenazan con dificultar la tarea de Obama de lograr el apoyo de los blancos.