Los resultados de las elecciones legislativas del martes en Estados Unidos solamente pueden definirse, como hizo ayer el presidente, Barack Obama, como "paliza", para él y para su partido. Los demócratas han sido empujados a los márgenes de la minoría en la Cámara baja, una mayoría pírrica (aunque simbólicamente importante) en el Senado y la oposición en muchos Gobiernos estatales.

En el fondo, lo que se sometía a examen era a un presidente que llegó a la Casa Blanca promoviendo un mensaje de cambio e impulsando una ambiciosa agenda de reformas. Y aunque Obama ha sacado lecciones de ese referendo ("tengo que hacer un mejor trabajo", dijo ayer), dejó claro que los comicios, aun siendo "una cura de humildad", no alteran el núcleo de su presidencia: su apuesta por un esfuerzo progresista. "Los avances siempre han llegado lenta y dolorosamente", reflexionó.

El empeño en transformaciones y mejoras a largo plazo es siempre complicado en la política, sometida a los rigores del corto plazo, de los resultados inmediatos y de la siguiente campaña electoral siempre a la vista. Y reconocía el problema ayer Obama en su primera rueda de prensa tras los comicios. "La gente está profundamente frustrada con el ritmo de nuestra recuperación económica. Quieren que el empleo regrese más rápido. Quieren que sus salarios den para más. Hemos logrado avances, pero claramente demasiados estadounidenses no los han sentido, y eso es lo que nos dijeron ayer".

SITUACION DE EMERGENCIA Asumía el presidente la frustración, sobre todo con la situación económica, que a pie de urna confesaban los electores, pero justificaba actuaciones como el rescate que salvó a Wall Street o a la industria automovilística. "Entiendo que la gente empezó a sentir que el Gobierno se estaba entrometiendo mucho más en sus vidas que a lo que estaban acostumbrados, pero era una situación de emergencia", dijo.

En materia de recuperación económica admitió "la responsabilidad por no haber logrado todos los avances que se debían lograr". Admitió que como presidente será juzgado "por los resultados". Pero incluso renovando el compromiso con la meta compartida con los republicanos de recortar gasto, déficit y deuda, se negó a plantear recortes en terrenos como educación o investigación que resten competitividad a EEUU. Se negó, además, a criticar los esfuerzos que ha hecho como la reforma del sistema sanitario o del financiero o la aprobación de un paquete de estímulo de más de 550.000 millones de dólares.

Su desconexión con los sentimientos de la ciudadanía (así como la movilización de más votantes conservadores y la fuga de bloques de votantes clave como los independientes y las mujeres) alentó la rabia que el martes dio alas a un voto de castigo y al regreso al poder de los republicanos con una fuerza que, en la Cámara baja, no experimentaban desde 1948. Entonces los conservadores arrancaron a los demócratas 78 escaños. Esta vez, la victoria no llegó a tanto, pero sí superó los 54 ganados en 1994. Como mínimo sumarán 60 representantes más.

Es esa nueva composición de la Cámara de Representantes (y el descenso de la mayoría demócrata en el Senado) la que plantea ahora a Obama un serio contratiempo. Porque aunque el presidente conserva el derecho a veto, la posibilidad del bloqueo legislativo se hace a cada minuto que pasa más probable.

OPOSICION HOSTIL Ayer, tanto Obama como el que será nuevo líder republicano en la Cámara baja, John Boenher, y el de la minoría del Senado, Mitch McConnell, hablaban de diálogo, acercamiento, búsqueda de consenso y de terreno común. Pero tras esas palabras, que casi obligatoriamente debían pronunciar, late la realidad de dos enfoques radicalmente diferentes, no ya sobre las necesidades del país, sino de filosofía política.

"Trabajaremos con la Administración cuando actúe de acuerdo a la voluntad del pueblo, pero los confrontaremos cuando no lo hagan", advirtió McConnell, que subido a la ola de conservadurismo y mensaje contra el gran gobierno que lanzaron los ciudadanos (y en especial el 40% que confesó su apoyo al Tea Party) profundizó en el tono amenazante. "Nuestros amigos al otro lado pueden cambiar ahora y trabajar con nosotros para abordar los temas que son importantes para la gente o los cambios pueden obviamente suceder en el 2012".

En ningún terreno empieza a vislumbrarse el enfrentamiento como en el de la reforma sanitaria, que muchos de los líderes elegidos ayer prometen intentar anular. Y Obama advirtió sobre los riesgos de esa lucha. "Creo que sería malinterpretar estas elecciones si pensamos que lo que los estadounidenses quieren es que pasemos los dos próximos años volviendo a litigar sobre discusiones que ya hemos tenido los dos años pasados".

Tanto Obama como Harry Reid, el líder de la mayoría demócrata en el Senado, han hecho concesiones sobre la posibilidad de hacer pequeños cambios en la legislación, pero no en el fondo. Y lo mismo ha dicho el presidente estadounidense sobre otros temas que quedan pendientes en su lista de objetivos legislativos y que ahora peligran, como la reforma de las leyes energéticas y medioambientales.

Obama demostró ayer que está dispuesto a seguir impulsando sus metas, pese a la nueva situación. Y al ser preguntado por la idea de anular en el Congreso la ley del no preguntes no digas que prohíbe alistar abiertamente en el Ejército a homosexuales (posibilidad que prácticamente quedará perdida el 1 de enero cuando inicien sus sesiones las nuevas Cámaras), apuntó a que puede intentar lograrlo de aquí al 31 de diciembre, cuando aún disfrutará de mayoría. Obama ha sido golpeado, pero sigue siendo el presidente.