Hay quien ha bautizado a Barack Obama como el presidente iShuffle , por el aparato que va haciendo sonar la música aleatoriamente: puede pasar de la crisis económica a la reforma sanitaria, a la crisis de Irán, o a la elección de una jueza para el Supremo. Más allá de las metáforas, una compleja realidad ha marcado los primeros 180 días del 44º presidente de EEUU, seis meses en los que su figura política se ha transformado hasta llegar a un punto complicado: atrapado en medio del intenso debate sobre la reforma sanitaria, debe afrontar incluso la resistencia de algunos miembros conservadores de su propio partido.

Desde los primeros días, cuando empezó a ponerse a prueba cómo podía trasladarse su arrollador carisma a una agenda marcada por una brutal crisis económica, Obama ha ido viendo caer sus índices de aprobación. Según los datos del American Presidency Project de la Universidad de California, seis de cada 10 estadounidenses siguen bendiciendo su gestión, pero es un porcentaje ocho puntos por debajo del que tenía cuando llegó a la Casa Blanca.

Son cifras similares a las que arrojaba ayer la última encuesta de la cadena de televisión ABC News y el diario The Washington Post . Por primera vez en ese sondeo, el índice de aprobación caía por debajo del 60%, seis puntos menos que el mes pasado, y el de desaprobación subía al 37%.

COMPLICADO "Ahora es cuando se pone complicado", reconoció Obama hace unas semanas. Y no se equivocaba. El escenario de recuperación económica que planteaba su Administración se ha demostrado demasiado optimista y el índice de paro está en un 9,5%. Sus esfuerzos en política internacional han estado llenos de momentos significativos, como su discurso en El Cairo o su viaje a Africa, pero también de reveses, como el silencio de Irán y Corea del Norte a sus propuestas de diálogo o los oídos sordos de Israel a su petición de congelar los asentamientos.

Su caballo de batalla para las próximas semanas, la reforma sanitaria, está dejando en evidencia los mayores retos. Al menos hay cinco propuestas diferentes en comités de las dos cámaras del Congreso. Incluso la fecha que había planteado para tener una propuesta sobre la mesa, el 7 de agosto, ha desaparecido de sus discursos.

Los obstáculos ilustran también su carácter como presidente. Obama se ha metido de lleno en la campaña para lograr la reforma, ha tomado el timón y la frase con la que sus asesores resumen su estrategia es: "todo Obama, todo el tiempo". Ha intensificado sus reuniones con congresistas y grupos relacionados con el sistema sanitario, mañana ofrecerá una rueda de prensa en horario de máxima audiencia y tiene la agenda repleta de actos para trasladar su mensaje a la ciudadanía.

Es un mensaje que no ha calado hasta ahora. Según la encuesta de ABC y el Post , solamente un 49% aprueba su gestión en el tema de la reforma, un 8% menos que en abril, y la desaprobación ha pasado del 27% al 44%. Y otra de las señales preocupantes de ese sondeo es el desencanto entre los independientes, clave en su elección. Hay más que no aprueban su gestión (un 49%) que los que le dan el visto bueno (44%). Obama cuenta con la esperada oposición del Partido Republicano, cuyo presidente, Michael Steele, ayer resumió el plan de Obama con una denuncia: "la gran mayoría de los estadounidenses pagarán más para recibir menos". El presidente suma también la resistencia de algunos en su propio partido. Y como ha dicho Chris Redfern, presidente del Partido Demócrata en Ohio, "el periodo de luna de miel se ha acabado".

LUCHAR Obama promete luchar. Ayer, en unas declaraciones tras visitar un centro médico, recordó la frase de un senador republicano, Jim DeMint, que el viernes dijo: "si somos capaces de frenarlo en esto será su Waterloo, lo romperemos". La respuesta del presidente tenía el tono duro de sus últimas intervenciones: "Esta no es una cuestión que trate sobre mí o sobre política. Es sobre un sistema que está rompiendo nuestras familias, nuestros negocios y nuestra economía. Los problemas no se resolverán si no actuamos".