La inteligencia estadounidense es un puzle complicado donde las piezas no siempre encajan. Es más, chocan por tener un papel más relevante, más poder, más autonomía. Después de los fallos que precedieron a la guerra de Irak, se creó el puesto de Director de Inteligencia Nacional para tratar de recomponer esa comunidad y mejorar la coordinación, pero la misión se ha demostrado ardua. Tres personas han pasado por el cargo sin conseguir asentar su papel de liderazgo sobre las 16 agencias que debían supervisar. Y ayer, el presidente de Estados Unidos, Barack Obama, anunció su selección del cuarto hombre que lo intentará en los próximos cinco años.

Semanas después de la salida del cargo de Dennis Blair, que mantuvo tensas batallas con la Agencia Central de Inteligencia (CIA) y chocó constantemente con la Administración, Obama compareció en la Casa Blanca junto al general retirado James Clapper, su elegido para el puesto, que debe ser confirmado por el Congreso. "Tiene una cualidad que valoro en todos mis asesores la capacidad de decirme lo que necesito saber y no solo lo que queremos oír", dijo Obama.

BIEN VALORADO Clapper, de 69 años con más de 45 de experiencia en inteligencia, tiene frente a Blair la ventaja de mantener una excelente relación con la Administración. Es también bien valorado en una comunidad en la que empezó como agente y llegó hasta Director de la Agencia de Inteligencia Geoespacial del Departamento de Defensa.

Sus fuertes vínculos militares lleva a algunos a cuestionar si peleará lo suficiente por ganar la autoridad de su oficina frente a otras agencias y departamentos.Ayer un congresista republicano, Christopher Bond, denunció que "está muy centrado en asuntos de Defensa y ha tratado de bloquear intentos de dar más autoridad al Director de Inteligencia Nacional", el cargo que asumirá. Sin embargo, Clapper defendió en el 2006 que se diera más poder al puesto, una postura que le llevó a chocar con el entonces secretario de Defensa, Donald Rumsfeld, que le retiró del cargo que ocupaba entonces.

HISTORIAL DE TENSIONES Clapper, que tiene también el reto de acabar con problemas que han sacado los colores a la Administración, como los últimos atentados frustrados que estuvieron a punto de devolver el terrorismo a suelo estadounidense, arrastra un historial de tensa relación con parte del Congreso que debe confirmarlo. Representantes y senadores con los que ha chocado en sus comparecencias temen que no sea la persona más transparente a la hora de informar a las cámaras, una transparencia clave en especial cuando EEUU ha intensificado sus operaciones encubiertas en el extranjero.