Yal final fue Joseph Biden el elegido. Como había prometido, un mensaje SMS de madrugada a los móviles de sus seguidores y un mensaje colgado en la página web fue la fórmula que la campaña de Barack Obama utilizó para anunciar la anhelada identidad del hombre que lo acompañará en su camino hacia la Casa Blanca. Biden --que ayer efectuó su primera aparición conjunta con Obama en Springfield (Illinois)--, es un político experimentado --senador por Delaware desde 1972-- que cubre uno de los flancos débiles del candidato demócrata: su inexperiencia, sobre todo en política exterior.

Como presidente del Comité del Senado de Relaciones Exteriores, Biden se ha forjado una reputación de especialista en política exterior (aunque a los iraquís, por ejemplo, no les gustó nada su propuesta en el 2006 de dividir el país en tres: kurdos, sunís y chiís) y forma parte del establishment del Partido Demócrata (a su cargo de senador une dos intentos fallidos de ser el candidato presidencial, en 1987 y este año).

Es, pues, un profesional de Washington al mismo nivel de John McCain, un agudo polemista con cierta tendencia a hablar demasiado, no está mal visto entre la clase media trabajadora blanca que tanto se le está resistiendo a Obama y le puede ser útil para ganar el estado clave de Pensilvania, ya que Biden nació allí, aunque ha desarrollado su carrera en el vecino Delaware.

La elección de Biden pone de manifiesto que la campaña de Obama es consciente de que el asunto de la inexperiencia, sobre todo en asuntos internacionales, es uno de los principales problemas de Obama, como su errática actuación en la crisis entre Georgia y Rusia ha demostrado. Al fortalecer este extremo con Biden, Obama ha renunciado a otras estrategias, como elegir a un compañero de tíquet procedente de algunos de los estados decisivos en noviembre (como Virginia) o una cara nueva en la escena nacional y en Washington que hubiera reforzado su mensaje de cambio.

Pero su elección también abre nuevos frentes a Obama. El del cambio y la promesa de llevar a cabo una política diferente en Washington es uno de ellos; habrá que ver qué tal sienta el nombramiento de Biden entre sus seguidores más radicales. Otra incógnita es si Biden podrá controlar su mordaz lengua y plegarse a una campaña en la que el control del mensaje es una de las claves de su buen funcionamiento.