Otro año, silencios, lágrimas, ofrendas, nombres de casi 3.000 personas muertas en el peor atentado de la historia en suelo estadounidense... El país marcó ayer con ceremonias en Nueva York, Washington y Pensilvania el octavo aniversario de los ataques terroristas del 11-S, el primero desde que Barack Obama ocupa la Casa Blanca. Y el presidente renovó su compromiso de luchar sin tregua contra Al Qaeda a la vez que llamó a homenajear a las víctimas con actos de servicio comunitario, declarando la jornada un día de servicio público.

Horas antes de participar él mismo con su esposa, Michelle, en uno de esos actos comunitarios en Washington, Obama mantuvo con su mujer y 200 empleados de la Casa Blanca un momento de silencio a las 8.46 de la mañana, la hora en la que el primer avión impactó contra la torre norte del World Trade Center, y luego participó con el secretario de Defensa, Robert Gates, en un acto en el Pentágono.

En ese homenaje, Obama apeló "a la capacidad humana no para hacer el mal sino para hacer el bien, al deseo no de destruir sino de salvar, servir y construir". Y lanzó un mensaje a los autores de los atentados: "Nunca titubearemos en la defensa de nuestra nación, nunca flaqueamos en la persecución de Al Qaeda y sus aliados extremistas".

RITUAL DE LOS NOMBRES En Nueva York se repitieron, bajo cielos grises y lluvia, rituales como la lectura de los nombres de los fallecidos en el parque Zucotti, colindante con el espacio donde se alzaban las Torres Gemelas, un agujero donde ha avanzado algo la construcción desde el año pasado pero donde el vacío sigue dejando en evidencia el empantanamiento burocrático de la reconstrucción.

Hubo en esa ceremonia menos gente que otros años, quizá por la lluvia, quizá evidenciando el sentimiento de algunos familiares de víctimas y ciudadanos que creen que debería idearse un homenaje más íntimo. Pero la lectura --en la que este año participaron también representantes de organizaciones de voluntarios-- tuvo como siempre un fuerte componente emocional y, esta vez, también uno significativo: a la lista de víctimas se ha sumado este año un nombre, elevando el número de fallecidos hasta los 2.752.

Es el de Leon Bernard Hayward, un hombre de 45 años que falleció el pasado octubre a los 45 años. El 11-S del 2001, este funcionario trataba de ayudar en la evacuación cuando se derrumbó una de las torres y quedó atrapado por la nube de polvo. Desarrolló una enfermedad pulmonar y tras su muerte, el forense calificó en enero su muerte como homicidio, rompiendo una lanza a favor de las decenas de voluntarios y trabajadores de emergencia que han luchado porque las autoridades admitan que muchos de sus problemas de salud tienen su origen en ese fatídico día.

Otro de los participantes en la lectura aprovechó el micrófono para pedir apoyo a los afectados: "Estuvieron ahí por nuestro país y ahora es el momento de que nuestro país esté ahí para ellos".

No es el 11-S, sin embargo, un día en que los políticos quieran conflictos. El alcalde neoyorquino, Michael Bloomberg, urgió a mantener el espíritu de ayuda y colaboración que se vivió tras los ataques y el vicepresidente, Joe Biden, centró su intervención en un poema de Mary Oliver: "Y el mundo sigue...".