Amenos de un mes de que entre en vigor la conflictiva ley contra sin papeles en Arizona, Barack Obama ofreció ayer su primer gran discurso sobre inmigración. Sin entrar en detalles, el presidente estadounidense delineó los ejes centrales de su enfoque sobre la reforma, en el que abrió la puerta a un proceso de regularización para los 11 millones de personas en que Obama cifra la población en situación ilegal. "No es posible acorralar a 11 millones de personas y deportarlas. Sería logísticamente imposible y salvajemente caro", afirmó Obama.

Obama trató en su mensaje de apaciguar las críticas que le llueven desde varios frentes. Por un lado, de estados como Arizona o los otros 44 que este año han emprendido casi un millar de acciones de regulación ante lo que denostan como pasividad de Washington. Por otro, de organizaciones y colectivos de inmigrantes, sobre todo de hispanos, con creciente peso en las urnas, que se sienten abandonados.

Lo que intentó ayer Obama es demostrar que la reforma de la inmigración no ha desaparecido de su agenda, pese a que pretendía abordarla en el 2009 cuando era candidato a la presidencia. Sin embargo, trató de responsabilizar a los republicanos de la falta de avances. "No podemos aprobar una reforma exhaustiva sin votos republicanos --denunció--. Es una realidad política y matemática".

RETORICA DE PRIMERA Más allá de las reclamaciones, Obama ofreció en la American University de Washington ante 250 invitados de estamentos políticos, religiosos y civiles un discurso lleno de la retórica poética habitual en sus intervenciones.

Su plan, que no aporta novedades respecto a los que intentó acometer George Bush, que topó con el rechazo en su propio partido para sacar adelante un plan similar. Como entonces, Obama apuesta por incrementar el control de la frontera, reformar un sistema legal que dijo "tan roto como las fronteras", incrementar la presión sobre quienes alimentan una economía sumergida y ofrecer una ruta hacia la regularización a los sin papeles.

En el terreno de seguridad en la frontera, Obama defendió los esfuerzos realizados y aseguró que hoy la línea que separa a EEUU de México "es más segura que en los últimos 20 años". Eso sí, trató de subrayar la imposibilidad de sellarla y recordó que muchos no la cruzan ilegalmente, sino que entran con métodos legales como visados, pero se convierten en indocumentados cuando esas visas expiran.

PROPUESTAS PARALIZADAS Es el tema de la regularización el que más ampollas levanta en el país, donde muchos ven el proceso como una amnistía. Aquí, Obama repite las ideas que ya promovieron Bush y los senadores John Kerry, el fallecido Ted Kennedy y John McCain: los inmigrantes sin papeles tendrán que reconocer que han roto la ley, registrarse, pagar impuestos y multas y aprender inglés. Ninguna de las dos alternativas extremas --la amnistía o la expulsión masiva-- son viables para Obama.

El dirigente demócrata se mostró consciente de que las posibilidades de que el Congreso entre en materia este año son prácticamente nulas, especialmente cuando es la ley de reforma energética la que ha empezado su proceso en las cámaras y el Senado ni siquiera tiene una propuesta de inmigración. Y por eso ayer su discurso fue un ejercicio de oratoria con los ojos puestos en la historia.

Recordó a su país su condición de nación de inmigrantes, famosos como Albert Einstein, Nikola Tesla, Andrew Carnegie o Sergey Brin --el fundador de Google--, o anónimos que "han ayudado a construir y defender este país". Y cerró su discurso instando a recordar las palabras de Emma Lazarus inscritas en la Estatua de la Libertad: "¡Dadme a vuestros rendidos, a vuestros pobres, vuestras masas hacinadas anhelando respirar en libertad!".