Tras dos meses en la Casa Blanca, el presidente de EEUU, Barack Obama, presentó finalmente ayer su estrategia revisada y conjunta para Afganistán y Pakistán, y puso un fuerte acento internacional en la búsqueda de soluciones para una situación "cada vez más peligrosa".

"Este no es ni mucho menos un problema solo de EEUU. Es un reto de seguridad internacional de primer orden", declaró Obama, quien aseguró que esa realidad "demanda un nuevo sentido de responsabilidad compartida" y afirmó que "lo que está en juego es la idea misma de que las naciones libres pueden unirse en pos de la seguridad común. Esa fue la causa de la fundación de la OTAN hace seis décadas --continuó--. Y ese debe ser nuestro propósito común hoy".

Apuntó Obama a pilares de la nueva estrategia similares a los que se empezaron a aplicar hace un par de años en Irak: mayor presencia militar (anunció el envío de 4.000 soldados más que se dedicarán exclusivamente a formar fuerzas de seguridad), alimentar el desarrollo económico, político y social con inversión de fondos y de personal civil, y apostar por un proceso de reconciliación nacional. Y aunque mantiene que EEUU debe ejercer el liderazgo, tanto en lo civil como en lo militar, añadió que "ninguno de los pasos debe ser dado en solitario".

KARZAI Y ZARDARI El propio Obama detalló el jueves su plan por teléfono al presidente afgano, Hamid Karzai, y al paquistaní, Asif Alí Zardari. E intentará buscar apoyo a su nueva estrategia en Europa, tanto de la OTAN como de la ONU, y de otras organizaciones internacionales.

Ayer anunció que EEUU promoverá en las Naciones Unidas la formación de un Grupo de Contacto para Afganistán y Pakistán en el que pretende integrar no solamente a aliados de la OTAN, sino también a estados del centro de Asia, a naciones del golfo y a Irán, Rusia, la India y China. Irán ha aceptado ya la invitación a participar en la reunión sobre Afganistán que se celebra la semana que viene en La Haya, donde la secretaria de Estado de EEUU, Hillary Clinton, buscará compromisos sobre envíos de personal civil al país.

En su anuncio de ayer, Obama usó un tono aciago para describir "una guerra que persiste". Fue contundente al asegurar que "múltiples estimaciones de los servicios de espionaje advierten de que Al Qaeda está planeando activamente ataques en suelo estadounidense desde su refugio en Pakistán". Y marcó un claro objetivo: "Desbaratar, desmantelar y derrotar a Al Qaeda en Afganistán y Pakistán, y evitar su regreso en el futuro".

Obama lanzó también un claro mensaje de que no abandonará el uso de operaciones encubiertas en Pakistán, como los bombardeos desde aviones no pilotados en zonas donde se sospecha la presencia de terroristas. "Insistiremos en que se emprendan acciones --de una forma u otra-- cuando tengamos datos de espionaje sobre objetivos de alto nivel", anunció.

Todo el discurso y la estrategia de Obama pretenden romper con la anterior Administración y salir de Irak para centrar esfuerzos en Afganistán y Pakistán. Sin embargo, el presidente --que ha mantenido al último secretario de Defensa de George Bush, Robert Gates-- da varios pasos que coinciden con la estrategia que Bush usó en Irak. Como este hace dos años, ahora Obama apuesta por imponer condiciones y marcar objetivos que permitan medir los progresos.

Ayer el presidente insistió con firmeza en la necesidad de que Afganistán frene la rampante corrupción en el Gobierno y mejore en el combate contra el narcotráfico. Y exigió a Pakistán "que demuestre su compromiso para erradicar dentro de sus fronteras a Al Qaeda y a los extremistas violentos". El espionaje de EEUU está convencido de que elementos de los servicios secretos paquistanís colaboran con los talibanes. Otra de las aspiraciones es que Pakistán traslade a parte de las tropas del este, en la frontera con la India, al oeste.

LA FACTURA AUMENTA EL 60% El anuncio del despliegue de 4.000 soldados estadounidenses se suma al envío anunciado el mes pasado de otros 17.000, lo que acercará la presencia de EEUU en Afganistán a los 60.000 hombres. Y la nueva estrategia elevará hasta en un 60%, según la Casa Blanca, la factura de la operación, que ronda los 1.500 millones de euros mensuales.