Lograr la reforma sanitaria es la principal misión que se ha autoimpuesto el presidente de EEUU, Barack Obama. Y tras meses de mirar desde el puesto de mando la cruenta batalla que ha desatado el debate de esa reforma, ha bajado al terreno de combate. El miércoles, con un discurso ante una sesión conjunta del Congreso, Obama se mostró decidido a lograr su objetivo, aunque el precio sea alto.

No cerró la puerta al diálogo y al bipartidismo, llamó a los republicanos a aportar ideas y aseguró que su puerta "siempre está abierta". Pero necesitaba lanzar un mensaje para redirigir el debate. Y nunca hasta ahora había hablado con tanta dureza a la oposición. Denunció "las tácticas intimidatorias", "el espectáculo partidista" y a "demasiados" que han aprovechado el debate "para sacar ventaja política a corto plazo". Recordó que heredó un déficit desatado por decisiones de la anterior Administración (desde embarcarse en las guerras de Irak y Afganistán sin financiación hasta recortar impuestos a las rentas más altas). Habló de "cinismo e irresponsabilidad". Y fue tajante al declarar: "No estoy dispuesto a perder el tiempo".

"PURAS MENTIRAS" El presidente presentó ayer con más detalle sus ideas sobre la reforma, le puso incluso un precio --poco más de 600.000 millones de euros-- y trató de calmar a los ciudadanos que ya disponen de cobertura a través de programas públicos o de seguros privados asegurándoles que no cambiarán sus prestaciones ni subirán sus costes.

Hablando de una tempestad de ataques y contraataques en la que "ha reinado la confusión", trató de desmontar algunos de los dardos que ha lanzado la oposición, como los rumores de que el reformado sistema creará "paneles de muerte", dará cobertura a inmigrantes sin papeles o financiará los abortos, llamándolos "simples y puras mentiras". Identificó el problema de la sanidad con el del déficit y subrayó con datos contundentes y oratoria decidida la imperiosa necesidad de reformar el sistema. Recordó, por ejemplo, que EEUU gasta en el cuidado de salud el 150% más por persona que cualquier otro país, una inversión no acompañada por índices más altos de salud. Citó a las 14.000 personas que diariamente pierden su cobertura y lamentó ser "la única democracia desarrollada, la única nación acaudalada que permite que millones de sus ciudadanos pasen por tales apuros". Y tras poner sobre la mesa casos concretos de afectados por las malas prácticas de las aseguradoras dijo: "Es inexcusable y no se debe tratar a nadie así".

Se esperaban sus palabras sobre el propuesto sistema público de seguros para que accedan a cobertura los no asegurados (que según datos dados a conocer ayer son ya 46,3 millones de personas). Y Obama apoyó la idea, pero solo como "una opción", desencantando al ala más liberal de su partido y a los votantes que en campaña le escucharon defender el sistema de "pagador único", lo más parecido a la Seguridad Social española.

Obama trató de desmontar las críticas que identifican el sistema de seguros público como un paso hacia el socialismo y lo hizo esgrimiendo cálculos que estiman que menos del 5% de los estadounidenses se acogerían a ese sistema. Defendió que sería autosuficiente y que, además de dar opciones a los consumidores, ejercería "presión continúa en las aseguradoras privadas" para mejorar sus precios y servicios.

Cerró su intervención mencionando una carta que le dejó escrita el senador Ted Kennedy y apelando al imperativo moral. "En juego --dijo- no solo están detalles de política, sino principios fundamentales de justicia social y el carácter de nuestro país".