Iowa City fue donde, en los albores de la candidatura que le acabaría llevando hasta la Casa Blanca, Barack Obama delineó primero su intención de reformar el sistema sanitario de EEUU. Tres años después, con esa reforma convertida en ley, esa misma ciudad se convirtió ayer en el escenario donde un presidente absolutamente seguro de su logro dio la bienvenida a una lucha política con los republicanos por la reforma en la próxima cita electoral: las elecciones legislativas de noviembre que renuevan toda la Cámara baja y un tercio del Senado.

"Algunos en Washington --dijo ayer Obama-- aún gritan contra la reforma y ahora que está aprobada prometen rechazarla y en noviembre van a hacer campaña sobre esa plataforma... Pues bien --continuó el presidente de EEUU-- yo les digo adelante ... Doy la bienvenida a esa batalla porque no creo que el pueblo estadounidense vaya a poner a la industria de seguros otra vez al volante. Ya hemos estado ahí y no vamos a volver. Este país está listo para avanzar".

CAMPAÑA DURA El tono confirma que la campaña ha comenzado ya y no se augura como un paseo para ninguno de los dos partidos. Si bien la primera encuesta publicada tras la aprobación el domingo dio esperanzas a los demócratas de que la mera aprobación de la ley empezaba a convencer a una ciudadanía escéptica, otros sondeos señalan que son muchos los que todavía no están convencidos.

Entre quienes contestaron a las preguntas de la Universidad de Quinnipiac, el 49% desaprueba la reforma y el 40% le da el visto bueno, cifras que aún muestran descontento pese a que mejoran la percepción antes de la votación (54% en contra de la ley y 36% a favor). También un sondeo de la CBS reduce las diferencias, pero muestra que aún más la rechazan que la aprueban (46% frente a 42%). Además, aunque Obama tiene una ley, la idea definitiva de reforma que pactó la Casa Blanca con los líderes del Partido Demócrata en las dos cámaras aún no ha sido aprobada. Esa idea se definió en una propuesta con enmiendas a la ley del Senado (el texto que Obama ha hecho ley con su firma). Las enmiendas fueron aprobadas el domingo por la Cámara baja y ayer recibieron también luz verde en el propio Senado, donde los demócratas impusieron sus 56 votos a los 43 de la oposición, que incluyó a todos los senadores republicanos en bloque y a tres demócratas.

Eso sí, la votación de ayer llegó después de que la oposición consiguiera cambiar la redacción de dos de las enmiendas por encontrar en ellas fallos técnicos y eso obliga a que la Cámara baja tenga que volver a votar.

Nadie duda de que las enmiendas pasarán el examen otra vez en la Cámara de Representantes y llegarán a la mesa de Obama para que con su firma las incorpore a la ley vigente desde el martes. Es más, la táctica republicana de intentar buscar la postergación ha servido para fomentar un acercamiento entre los demócratas de las dos cámaras, habitualmente muy recelosos entre ellos (el recelo es especialmente intenso desde la Cámara baja hacia la alta pues allí se estancan muchas iniciativas de los representantes).

El grueso de la ley no tendrá cambios y es esa ley aún no enmendada la que se enfrenta ya a una guerra, además de política, legal, con más de una docena de demandas presentadas contra el Gobierno que cuestionan la constitucionalidad del texto. En la Casa Blanca están convencidos de que es precisamente una cláusula de la Constitución que da al Congreso el poder para regular el comercio interestatal la que permitirá que la ley no sea derrotada en los tribunales.