Lujos inalcanzables les han rodeado, han visto el desarrollo de la clase media y a su país convertirse en la segunda economía mundial. Todo ha cambiado en 30 años en China menos sus trabajos alienantes y robóticos de largas jornadas y cortos salarios. Los obreros, combustible de la fábrica global y artífices del milagro chino, dicen que ya basta.

Una ola de huelgas masivas concluyó la semana pasada con subidas de salarios. Las protestas laborales no son nuevas: cada año hay unas 10.000 solo en las provincias manufactureras del este. Pero que impliquen a decenas de miles de trabajadores exigiendo mejores sueldos y condiciones laborales sugiere algo parecido a un movimiento obrero.

El caldo de cultivo persiste y estimulará más protestas laborales, aseguran los expertos. Agrava el cuadro la ausencia de sindicatos, más allá de los gubernamentales, alineados con el empresario. "Seguirán las protestas mientras los obreros no tengan sueldos dignos ni mecanismos válidos para solventar las disputas con las empresas", opina Geoffrey Crothall, de China Labour Bulletin , que desde Hong Kong defiende los derechos de los trabajadores chinos.

SOCIEDAD ARMONIOSA Las protestas no son el embrión de otro Tiananmén que Occidente intuye tras cada desorden social, pero sí dibujan un nuevo escenario con fuerzas contrapuestas que exigirá difíciles equilibrios. Las huelgas, prohibidas en China, atentan contra la sociedad armoniosa. Pero el Gobierno de Hu Jintao ha hecho de la lucha contra las desigualdades sociales una prioridad y son mayoría los que creen llegada la hora de saldar la deuda con los obreros.

Por otro lado, la subida salarial estimularía el consumo interno pretendido por Pekín, pero podría precipitar el éxodo de las compañías extranjeras, jubilar la fábrica global, disparar el paro y la turbulencia social. Crothall no cree que la mejora laboral traiga el caos: "Los despidos masivos del 2008 no provocaron grandes tensiones sociales, así que la posible marcha de las fábricas de bajo coste tampoco lo harían. Generalmente, la subida salarial es positiva tanto para los trabajadores como para la economía en su conjunto".

También es nueva la permisividad de Pekín. En lo más crudo de las huelgas, el primer ministro, Wen Jiabao, dijo que la sociedad debía tratar a "los jóvenes trabajadores emigrantes como a sus propios hijos". Silenciadas para evitar el contagio, la prensa nacional cubrió esta vez las protestas en directo y dedicó laudatorios editoriales a los que antes eran alborotadores.

AUMENTAR SALARIOS El People´s Daily , que los analistas escrutan para averiguar el pensamiento de Pekín, sostenía que tocaba ya aumentar los salarios para proteger la estabilidad social, aunque sin citar las huelgas. El China Daily incluso afeaba al Gobierno que no se hubiera preocupado más por los obreros.

La ola había empezado en Foxconn, gigante taiwanés de medio millón de trabajadores que suministra a Apple, Hewlett Packard o Nokia. Para que a Steve Jacobs le luzca la presentación global del iPad es imprescindible que antes los obreros chinos hayan trabajado a destajo y bajo vigilancia para evitar las filtraciones. Once trabajadores se han suicidado y cuatro más lo han intentado en los últimos meses.

Las instalaciones, como dijo Jacobs, son ejemplares: hospital, biblioteca, pistas deportivas- solo falta tiempo para disfrutarlas. Los 110 euros de salario base forzaban a alargar la jornada con horas extras hasta las 16, seis días a la semana. Foxconn finiquitó la huelga con un aumento salarial del 66%. Después llegaron los paros en tres plantas de Honda, resueltos con aumentos del 24%. Y en la taiwanesa Smartball, la japonesa Brother- Estos días se suceden los anuncios de firmas y gobiernos locales que suben sueldos.

La ley laboral china es ejemplar pero los gobiernos locales no la aplican y las compañías infractoras quedan impunes. Las chinas, con más contactos, la incumplen en mayor medida que las extranjeras. Estas llegaron a amenazar a Pekín con irse si aprobaba leyes demasiado proteccionistas.

Como ha dicho Hang Donfang, defensor de los trabajadores, la lucha empieza por acabar con la etiqueta de min gong (trabajador emigrante) que les persigue como sinónimo de precariedad. "Los trabajadores son trabajadores, da igual de donde vengan, y merecen la misma dignidad y respeto".