Las treguas que ha habido desde que estalló la Intifada siempre han sido recibidas igual: un optimismo mediático desmedido, una contenida satisfacción diplomática y un escepticismo recalcitrante en la calle. La que entró en vigor ayer a las seis de la mañana --circunscrita a la franja de Gaza-- no fue diferente en este sentido, y siguió la otra constante de las treguas en este conflicto: fue inmediatamente vulnerada, esta vez por las facciones armadas palestinas. Lo que sí ha cambiado es el lenguaje: todas las facciones palestinas prometieron cumplir el acuerdo sin ambigüedades retóricas e Israel guardó el léxico de amenazas y recurrió a palabras como "paciencia" y "contención".

Otra diferencia es que la negociación se ha producido casi en secreto. Se sabía que los palestinos habían ofrecido detener el lanzamiento de cohetes Qasam a cambio de poner fin a las operaciones militares israelís, pero muy pocos sabían sobre el anuncio oficial del sábado por la noche, ni que el alto el fuego se aplicaría de inmediato. Uno de los que sí sabía es el ministro de Exteriores español, Miguel Angel Moratinos. El primer punto de la criticada iniciativa de paz propuesta por España la semana pasada es un alto el fuego.

FIN A LA SANGRIA La tregua no tiene ningún componente político y su único objetivo es poner fin a la sangría desatada desde que el pasado junio fue capturado el soldado israelí Gilad Shalit. Por el camino han muerto más de 400 palestinos y cuatro israelís, y las ofensivas militares --junto al bloqueo económico occidental-- han sumido a la franja de Gaza en la desesperación. En una concesión inhabitual, las facciones armadas palestinas han aceptado desvincular lo que ocurra en Cisjordania de la tregua de Gaza. Pese a ello, la excusa que dio la Yihad Islámica para el lanzamiento de Qasam poco después de la entrada en vigor del acuerdo fue la detención de dos de sus milicianos en Hebrón.

Fueron nueve los cohetes que la Yihad Islámica, Hamás y las Brigadas de Mártires de Al Aqsa dispararon contra Israel hasta las 10 de la mañana. A partir de entonces, la tregua resistió. Como respuesta, el presidente de la Autoridad Nacional Palestina (ANP), Mahmud Abbás, alias Abú Mazen , ordenó desplegar 13.000 policías en el norte de Gaza, y el primer ministro, Ismail Haniya, anunció que todas las facciones cumplirán el pacto. Israel también cumplió su parte: retiró las tropas que tenía en Gaza y, lo más importante, no cargó contra el lanzamiento de Qasam.

"En los próximos días vamos a exhibir la necesaria contención y paciencia", dijo Olmert después de que los nueve Qasam hubieran caído sin causar víctimas. "Confío en que los palestinos mostrarán responsabilidad y buena voluntad. Esta tregua podría ser el inicio de una negociación seria, real, abierta y directa entre nosotros", señaló Olmert.

Las operaciones militares eran uno de los obstáculos para el Gobierno de unidad que Hamás y Al Fatá negocian desde hace meses. Para Olmert, un alto a la lluvia de Qasam contribuirá a reparar su castigada imagen. Otras fuentes apuntaban ayer a una presión de mayor nivel: el presidente de EEUU, George Bush, que esta semana viaja a Jordania, necesita algo que compense el desastre de Irak.