El Gobierno de Ehud Olmert puede tener las horas contadas. El durísimo veredicto de la comisión estatal Winograd, que el lunes responsabilizó al primer ministro, al titular de Defensa y al exjefe del Estado Mayor de los múltiples errores cometidos durante la guerra del Líbano, ha empezado a pasar factura.

La primera dimisión la presentó ayer el ministro laborista sin cartera, Eitan Cabel. "El público ha perdido la fe en el primer ministro", dijo antes de instar a sus compañeros de Gobierno a seguir su ejemplo. Una exigencia que ayer se repitió constantemente desde todos los flancos del espectro político y de la propia prensa israelí, plagada de titulares como "Un liderazgo fracasado", "Un barco sin capitán" u "Olmert, incapaz de liderar una próxima guerra".

Pero más preocupante para la suerte del jefe del Gobierno es el motín que se está gestando dentro de su propio partido, Kadima. Varios diputados anunciaron ayer que pedirán el jueves, en una reunión interna, la renuncia inmediata del primer ministro.

Si la presión dentro de Kadima surge efecto, la figura mejor posicionada para sucederle es la ministra de Exteriores, Tzipi Livni.