Han tenido que pasar siete años desde el último intento en el balneario egipcio de Taba, una Intifada con más de 6.000 muertos y la visita de otro presidente de EEUU a la región para que israelís y palestinos se sienten a negociar el fin del conflicto más enquistado de Oriente Próximo. Tres meses después de acordar en Annápolis la reanudación del proceso de paz, los jefes de negociación de cada bando se reunieron ayer en Jerusalén para empezar a abordar los asuntos más espinosos.

El objetivo, reafirmado estos días por el presidente Bush, es alcanzar un acuerdo antes de febrero del 2009. Una hazaña cuya realización despierta muchos interrogantes incluso entre sus implicados. "No estoy seguro de que podamos alcanzar un acuerdo ni tampoco de que podamos aplicarlo, pero mi obligación es intentarlo", dijo el primer ministro israelí, Ehud Olmert.

REALISMO Las palabras de Olmert matizan de forma sustancial el convencimiento que ha mostrado hasta ahora, en parte por la necesidad de implicar a la escéptica sociedad israelí. Aun así son mucho más realistas que el optimismo alucinado de Bush. Pero más allá de los augurios, el proceso está en marcha. En la primera reunión de ayer se habló de los grandes escollos: Jerusalén, refugiados, fronteras y asentamientos, según fuentes de ambos bandos.

De parte israelí, encabeza la negociación la ministra de Exteriores, Tzipi Livni, novata en estas lides. Enfrente, el exprimer ministro palestino Ahmed Qureia, involucrado en el proceso de paz desde los acuerdos de Oslo. Se reunirán al menos una vez a la semana y todos los asuntos se abordarán conjuntamente. Su intención es mantener la confidencialidad para evitar, dijo Livni, "las declaraciones tergiversadas, el exceso de expectativas, la decepción y, al final, la violencia, como ocurrió en el pasado al discutir frente a las cámaras".

En sus manos está sentar las bases para un acuerdo, pero serán después Olmert y el presidente palestino, Mahmud Abbás, quienes tendrán la última palabra. "En dos meses como máximo", afirmó con optimismo el negociador palestino Saeb Erekat, "se podría alcanzar un acuerdo marco" que sirva de guía para cerrar un tratado de paz a principios del 2009.

GRANDES OBSTACULOS Israel, como repitió ayer Olmert, condicionará su aplicación al cese de la violencia palestina, uno de los obstáculos más difíciles de salvar, ya que Hamás sigue controlando Gaza y se opone a las negociaciones. "Pedimos a la Autoridad Nacional Palestina que detenga estas reuniones y la entrega, a cambio de nada, de la sangre y los derechos palestinos", declaró ayer un portavoz de los islamistas. En este punto la pelota está en el tejado de Abbás, ya que Israel se opone a aceptar la creación de un Estado palestino solo en Cisjordania. Una posible salida es la convocatoria de elecciones anticipadas.

Olmert tampoco lo va a tener fácil. Varios partidos de su coalición amenazan con abandonar el barco. El primero en hacerlo, hoy mismo, puede ser el ultraderechista Israel Nuestro Hogar, liderado por Avigdor Liberman. Por si acaso, Olmert ha tirado de fondos públicos para atraer al Gobierno, en caso de necesidad, a los ultraortodoxos de Judaísmo Unido de la Torá. Pero el andamiaje se puede hundir si a la deserción de Liberman le sigue la del principal partido religioso, Shas, que se opone a incluir Jerusalén en la negociación.

Además, Olmert tiene otra prueba de fuego a final de mes: las conclusiones definitivas del informe Winograd sobre su liderazgo durante la guerra del Líbano. Como ocurrió en el primer asalto, se espera que reciba muchos palos, pero que salga vivo. Y es que su caída hundiría también el proceso de paz.