"No hemos ganado". "La batalla de Olmert acaba de empezar". "La lucha por la supervivencia del primer ministro". Con estos titulares de tres diarios tan diferentes como el Yedioth Ahronoth , el Maariv y el Haaretz se desayunó ayer el primer ministro israelí, Ehud Olmert, poco antes de que su Gobierno aprobara la resolución de alto el fuego de la ONU. Y es que Olmert afronta duras críticas de la oposición de izquierdas y derechas por la forma en que ha dirigido la guerra.

Pese a que el Consejo de Ministros aprobó el alto el fuego por 24 votos a favor y ninguno en contra, la única abstención es significativa: fue el ministro de Transportes, Saul Mofaz, exministro de Defensa y exjefe del Estado Mayor. Mofaz ha acusado a su sucesor de dirigir la guerra de una forma dispersa y de no haber sabido aprovechar la capacidad de su Ejército.

CRITICAS FEROCES La lista de reproches a Olmert desde la derecha es más amplia: que la resolución de la ONU solo beneficia a Israel porque implica la retirada de Hizbulá del sur del Líbano, que los soldados capturados no han sido liberados, y que el Ejército no ha podido evitar la lluvia de cohetes katiuskas contra el norte de Israel. Pero la peor crítica es que la guerra ha destruido la reputación de un Ejército poderoso e invencible, ya que no ha podido derrotar a una milicia. El espionaje tampoco se libra de la quema. Tanta crítica se resume en un clamor por la constitución de una comisión de investigación que analice las decisiones tomadas. Y desde la derecha, algunas voces ya piden elecciones anticipadas.

Mientras, el Gobierno insiste en que no habrá retirada hasta que llegue la fuerza de paz y que tienen el derecho a "defenderse". Sobre los dos soldados capturados por Hizbulá, Olmert les dijo a los padres de los dos militares que Israel negociará con la milicia shií un intercambio de prisioneros.