Ni el más conspicuo detractor de Israel puede acusar al Estado hebreo de no hablar claro. Un día después de la matanza de la ciudad de Qana, y en pleno parón de 48 horas a causa de la tragedia, el primer ministro israelí, Ehud Olmert, afirmó ayer que no habrá un alto el fuego en los próximos días y que la ofensiva solo terminará cuando Hizbulá ya no pueda disparar más cohetes y haya devuelto a los soldados capturados. "Israel seguirá luchando. Estamos determinados a triunfar en esta lucha. No cederemos en el objetivo de vivir una vida sin terror", enfatizó Olmert.

Ante una audiencia que necesitaba arengas de este tipo --una reunión de alcaldes de las castigadas y asustadas poblaciones del norte de Israel--, Olmert añadió: "No podemos permitir que este grupo terrorista se haga cada vez más fuerte en nuestra frontera. Si nos detenemos, llegará el día en que nos causen un daño sin precedentes". En un tono más político, el primer ministro dijo que la guerra ha abierto "una oportunidad única para cambiar las reglas del juego en el Líbano" y se permitió una única referencia a la matanza de Qana al pedir perdón al pueblo libanés por la tragedia y "el daño causado". "Pero no vamos a disculparnos ante los que cuestionan el derecho a la existencia de Israel", remató Olmert, quien dijo que Israel está preparado "para el dolor y las lágrimas", en referencia a los cohetes katiuska que dispara Hizbulá.

IMAGEN El primer ministro oficializó lo que durante el día líderes políticos y militares ya habían anunciado: que el parón de 48 horas era estrictamente político y de imagen y no una intención de detener el conflicto. De hecho, en un tumultuoso discurso ante la Knesset --los diputados árabes israelís lo abuchearon y le llamaron "asesino de niños"--, el ministro de Defensa, Amir Peretz, dijo que Israel "ampliará y reforzará" la ofensiva. "Hay que acabar el trabajo, y tengo la intención de hacerlo", sentenció el antaño defensor pacifista Peretz.

Anuncios y palabras diáfanas que dejan en mal lugar a la secretaria de Estado de EEUU, Condoleezza Rice, que en su despedida de la zona tras un fatídico fin de semana leyó un comunicado de un optimismo surrealista, dadas las circunstancias, en el que se mostraba confiada en alcanzar un alto el fuego en pocos días. En el caso improbable de que Olmert no le hubieran transmitido sus intenciones, Rice solo hubiera tenido que leer la prensa para darse cuenta de que el alto el fuego parece, ahora mismo, una quimera.

ARENGAS Y es que Israel no se despertó conmocionada por la matanza de Qana, sino resuelta a proseguir la guerra. Los diarios rebosaban de arengas y artículos en los que se recordaba a las víctimas propias y se lamentaba el doble rasero internacional ante la indignación por los muertos en Qana y lo que consideran incomprensión por el dolor israelí. Lúcido, el ministro de Justicia, Haim Ramon, explicó cuál es el meollo del conflicto: "Si la guerra acaba hoy, sería una victoria para Hizbulá. No acabaremos hasta que quede claro que Hizbulá no tiene capacidad para atacar a Israel".