Tras declararse "horrorizado" al contemplar "manzanas y manzanas" de edificios arrasados en los barrios chiís del sur de Beirut, el subsecretario general de la ONU para Asuntos Humanitarios, Jan Egeland, aseguró ayer que los bombardeos israelís "violan la ley humanitaria". Una ley por la que tampoco tiene demasiado respeto la guerrilla chií de Hizbulá, cuyos proyectiles disparados sobre el norte de Israel mataron a dos civiles en Haifa.

"El enorme bombardeo que hemos visto aquí, con manzana tras manzana arrasada, tiene que parar", declaró el enviado de las Naciones Unidas tras visitar ayer los feudos de Hizbulá en el sur de la capital libanesa. Egeland pidió a la guerrilla chií que libere a los soldados capturados y deje de lanzar cohetes contra el norte israelí, y acusó a Israel de impedir el acceso al personal de la ONU encargado de distribuir la ayuda humanitaria. El martes, Egeland viajará a Tel-Aviv para negociar la puesta en marcha de corredores humanitarios seguros por tierra y aire. Se necesitan 80 millones de dólares para evitar la crisis humana.

DIVISION EN EL GOBIERNO Atascado en aldeas fronterizas libanesas, el Ejército hebreo se desdijo de su decisión de no invadir a gran escala el sur del Líbano. La decisión definitiva, señaló un comunicado, está aún en el aire. De momento, los militares cuentan con "todo el tiempo y la flexibilidad necesaria para continuar con su misión", según el primer ministro, Ehud Olmert.

Pero una invasión masiva podría romper la unidad del Ejecutivo. Dos ministros, Meir Sheetrit (Kadima) y Ophir Pines-Paz (Laborismo), airearon ayer su contrariedad ante esa posibilidad. La operación en el Líbano, dijeron, se planeó con garantías de que no habría invasión.

Pero Israel solo está siendo incapaz de neutralizar a Hizbulá por mar y aire. La guerrilla volvió a castigar, después de 12 días de arremetidas israelís, el norte del Estado judío: ayer cayeron más de 80 misiles. Desde que comenzó la crisis, Hizbulá ha lanzado 2.200 proyectiles, según el Ministerio de Defensa.

En la capital industrial del país, Haifa, un hombre murió alcanzado por la metralla de un proyectil mientras viajaba en coche por una carretera. La segunda víctima cayó abatida en una tienda de carpintería, destrozada por uno de los 10 katiuskas que dejaron 11 heridos. Más sangrienta fue la ofensiva israelí sobre el Líbano, destinada a acabar con Hizbulá y rescatar a los dos soldados capturados.

FALLECIDOS EN UN MINIBUS La aviación bombardeó un minibús repleto de civiles que huían de las aldeas del sur del Líbano siguiendo las recomendaciones del propio Ejército israelí (advertencias que se repitieron ayer). Tres personas murieron y 11 resultaron heridas. Por primera vez, Israel atacó el puerto de Sidón, desbordado por tener que acoger a cerca de 35.000 de los 600.000 desplazados que, según la ONU, han creado los bombardeos sobre suelo libanés.

El objetivo fue un edificio de tres plantas con una biblioteca y una mezquita en la que oficiaba un imán afín a Hizbulá, según el Ejército hebreo. La aviación israelí destruyó una fábrica de textiles --murió una persona--, y otra de casas prefabricadas. Un observador de la ONU resultó herido en la aldea de Meron a Ras víctima del fuego de Hizbulá.

Pese al estupor que está causando entre la opinión pública mundial la "desproporcionada" respuesta militar israelí a la captura de sus dos soldados, Olmert acusó a la prensa internacional de ser parcial al no presentar en toda su magnitud "el brutal y asesino salvajismo de Hizbulá".

Pocos dudan de que esta guerra no declarada tendrá que acabar con una negociación y un canje de prisioneros. Una posibilidad que exige la guerrilla y rechaza rotundamente el Estado judío. Hizbulá aceptó ayer que el Gobierno libanés lidere las negociaciones a través de una tercera parte, según confirmó el portavoz del Parlamento, Nabil Berri. Esa tercera parte podrían ser delegados de Alemania.