El acuerdo sobre la reforma del sistema sanitario en EEUU está un paso más cerca en el Senado, pero el precio para lograr ese avance puede ser demasiado alto: la opción de que el Gobierno compita con las aseguradoras privadas y ponga a disposición de los ciudadanos un seguro médico prácticamente se ha evaporado. Para descontento de los demócratas más progresistas, ha sido su propio partido el que ha descafeinado la propuesta. Pese a todo, el jefe de la Casa Blanca, Barack Obama, se congratuló ayer por el compromiso.

Harry Reid, el líder de la mayoría demócrata en la Cámara alta y autor del proyecto de ley que se debate, es consciente de que no tiene asegurados los 60 votos que necesita, por más que su partido tenga 58 escaños y suela contar con el apoyo de los dos senadores independientes. Por eso pasó seis días negociando con 10 senadores demócratas (5 progresistas y 5 conservadores) para buscar una propuesta que favorezca el consenso. La logró el martes por la noche y, aunque se negó a dar detalles, estos han trascendido. Mientras que su texto original estipulaba la existencia de "la opción pública", el nuevo acuerdo la deja solo como una posibilidad tan remota que es casi nula.

INICIATIVA SIMILAR Lo que Reid y los 10 senadores proponen ahora es que haya varias políticas de seguros nacionales administrados por compañías privadas, pero que sean negociadas por la Oficina de Gestión de Personal. Esa fórmula es una réplica del sistema con el que acceden a la sanidad los funcionarios y empleados federales (incluyendo los miembros del Congreso), que tienen seguros privados, pero cuyos planes de cobertura negocia esa oficina. La única idea en la nueva propuesta que impide hablar de muerte total de la opción pública es que, si las compañías privadas no llegan a ofrecer cobertura y planes aceptables, el Gobierno tendría la opción de crear su propio plan.

Pese al acuerdo del martes, Reid está lejos de tener garantizado el éxito. Actualmente, incluso algunos funcionarios eligen no acogerse al programa por los elevados costes de las pólizas. Incluso uno de los senadores que participaron en las negociaciones, Russell Feingold, apoyó "la voluntad de las partes de acometer conversaciones de buena fe", pero anunció que no apoyará una propuesta "que reemplazaría la opción pública con un enfoque privado".

MEDICARE La división interna no es la única dificultad. Otra idea que se ha añadido al proyecto es dar la opción de que los ciudadanos de entre 55 y 64 años puedan comprar los servicios de Medicare, el programa público que ahora cubre a los mayores de 65 años. Es una idea que rechazan los moderados, asustados por el coste para las arcas públicas, pues aunque los nuevos beneficiarios pagarían sus primas, Medicare es un programa en el que el Gobierno asume casi toda la cobertura.

Los cambios propuestos son en realidad un intento de acelerar el debate y quizá la votación que, utópicamente, Reid quiere realizar antes de Navidad. Salvo por casos excepcionales como el de la senadora republicana Olimpia Snowe, abierta a negociaciones, los demócratas han tenido que olvidarse del bipartidismo. Y el verdadero reto es lograr la unidad de su propio partido.

La unidad se alejó también cuando el Senado debatió la cobertura del aborto. Actualmente está prohibido que fondos federales financien la interrupción del embarazo y, cuando la Cámara de Representantes aprobó su proyecto, incluyó una enmienda que extiende el veto a cualquier plan de seguros privado si los asegurados reciben ayudas públicas. El martes, el Senado rechazó una enmienda similar, por lo que algunos demócratas conservadores amenazan ahora con no apoyar la reforma.