«Después del colpaso de Scaramucci, no hubo prácticamente ningún esfuerzo para ocultar la sensación de ridículo y el enfado que sentían los miembros de su equipo hacia la familia Trump y el propio Trump. Desmitificar a Trump se convirtió en algo parecido a una competición. Para Rex Tillerson, era un imbécil».

«Para Gary Cohn, un tonto del culo. Para H.R. McMaster, un caso perdido. Para Steven Bannon, había perdido la cabeza. Resumiendo, nadie esperaba que sobreviviera a Mueller (el fiscal especial que investiga la trama rusa). Independientemente del peso que tuvieran las alegaciones de colusión con Rusia, sus asesores pensaban que carecía de la disciplina para hacer frente a una investigación compleja y de la credibilidad para atraer abogados de calibre capaces de ayudarle. (Al menos nueve grandes bufetes de abogados rechazaron la invitación para representar al presidente)».

«Bannon apostaba abiertamente a que había un 33.3% de probabilidades de que tuviera que hacer frente a un impeachment; otro 33.3% de que se viera obligado a dimitir debido a la 25ª Enmienda; y otro 33.3% de que alcanzara renqueando la línea de meta gracias a la arrogancia y la debilidad de los progresistas».