La insurrección cívica contra el presidente, Hugo Chávez, que algunos venezolanos denominan "guerra fría de baja intensidad" y otros, "la guerra de los Rose" (en referencia a la película), de influencia caribe pero innegable posmodernidad, adquiere matices que descerebran al más pintado. Y los intelectuales venezolanos alineados con la oposición desatan su última ofensiva para intentar convencer al mundo de que la revuelta es una progresista "revolución contrarrevolucionaria".

Los filósofos locales tildan la visión extranjera de exquisita "izquierda caviar" o de tintinesca "coronel Tapioca", claman que Europa se arrogue el "monopolio de la razón" y abandone a estos países al "monopolio del delirio". El que pasa por ser el gran experto del marxismo en Latinoamérica sale en la tele y un diario para afirmar incluso que, si bien España puso "el grito en el cielo con Tejero", ahora "los periodistas españoles encuentran fabuloso al coronel Tejero venezolano".

TOMAR PARTIDO

Todos intentan meter en el mismo saco las matizadas opiniones extranjeras y forzar, incluso a la prensa, a tomar partido. Pese a que aseguran que "contarse --elecciones-- es la salida", no les basta que los editoriales de la mayor parte de la prensa mundial aboguen por esa salida electoral. Esta guerra es en gran parte de medios de comunicación y, como dice un profesor universitario, "las hemerotecas se abrirán un día para mostrar en las clases cómo no tiene que ser el periodismo".

El gran experto y autor de siete libros sobre Chávez trata de convencer al auditorio de que el gobernante "se compara con Allende y se parece a Pinochet". Un filósofo francés afincado en Venezuela recuerda que la carrera política del comunista Georges Marchais cayó cuando recordó por televisión que un día le dijo a su mujer: "¡Prepara las maletas, que nos vamos!" No entiende cómo no cayó el Chávez que anunciaba por la tele a Marisabel, la primera dama, el sábado-sabadete: "¡Prepárate, que te voy a dar lo tuyo!".

El filósofo francés se cuenta entre los escuálidos , pero tiene su explicación sobre el gran fallo de una oposición que creía que iba a derrocar fácilmente al gobernante, en abril con un golpe, y desde hace casi mes y medio con un paro cívico. Dice: "A un tigre no se le puede arrinconar". Hay que dejarle una salida al puma que endiosaron, aunque la institucionalidad quede de lado en Latinoamérica ante un mandatario no acomodaticio.

Como esa tercera Venezuela que sufre a diario en las largas colas las consecuencias del conflicto, otros grandes intelectuales apenas asoman a la palestra para tratar de poner las cosas en su sitio. Los orates de siempre y los de turno peroran sobre el pasado sin mucho proyecto de futuro, pero no hay intelectuales en la pequeña pantalla ni en la Coordinadora Democrática ni en la mesa de negociación.

Muchos de ellos reconocen que la "médula del problema es el petróleo", o que la "clase media va al suicidio". Entre los ocultos que tienen ideas claras y nuevas, un poeta denuncia la "pobreza política escandalosa" del país y anuncia: "Después de esto volveremos a escoger en unas elecciones a un presidente equivocado".