En una jornada histórica, marcada por una participación sin precedentes, los japoneses han castigado al oficialista Partido Liberal Demócrata (PLD) y a su líder, Taro Aso, y elegido por amplia mayoría al Partido Demócrata (PD) de Yukio Hatoyama con miras a cambiar el rumbo político de esta nación asiática, trazado hace casi 60 años. Tras conocerse el curso que tomaba el recuento de los votos, Aso reconoció el resultado y dijo que se sentía "culpable por la derrota y ofuscado al tener que dejar el puesto de primer ministro y presidente del PLD".

Hatoyama, por su parte, declaró anoche que la gente está harta del gobierno actual. "Sentimos el profundo deseo de mejorar sus vidas al cambiar el gobierno", dijo. Los demócratas se hicieron con 293 escaños de los 480 que componen la Cámara baja de la Dieta, superando con creces los 112 que habían obtenido en las elecciones anteriores.

Se trata de una holgada mayoría que les permitirá gobernar con tranquilidad, sin negociar alianzas con otras formaciones. El electorado ha dado un golpe de timón en busca de cambios políticos que ayuden a revertir la situación de precariedad en que se encuentran, temerosos de la brecha que se ha abierto entre ricos y pobres en una nación que se reconoce en el ideal de mantener la relativa estabilidad e igualdad de la clase media.

INTERROGANTES El triunfo de la oposición abre, no obstante, un período de interrogantes sobre las políticas que Japón va a adoptar a corto plazo en los frentes externo e interno. En el externo, el alza de los demócratas ha alertado a las autoridades de Washington, que vienen siguiendo de cerca los discursos y maniobras de Yukio Hatoyama.

El próximo jefe de Gobierno es partidario de distanciarse de la política norteamericana en materias de seguridad y defensa y acercarse a sus vecinos del este asiático, lo cual podría complicar la labor del Gobierno del presidente de EEUU, Barack Obama, de mantener a raya las ambiciones nucleares norcoreanas y la creciente influencia militar que ejerce China en la región.

Japón es el aliado más importante de EEUU en el este de Asia. Hay en su territorio más de 90 instalaciones militares, la mayoría en Okinawa, y un contingente que supera los 50.000 efectivos. En un artículo reciente publicado en The New York Times, Hatoyama se pregunta: "¿Cómo puede Japón mantener su independencia política y económica y proteger sus intereses nacionales cuando se encuentra atrapado entre Estados Unidos, que lucha por mantener su posición como potencia dominante del mundo, y China, que busca formas de volverse dominante?".

La respuesta de Hatoyama pasa por reforzar la cooperación asiática, partiendo por las relaciones económicas y financieras de los países de la región, teniendo a la Unión Europea por modelo. Para Hatoyama, EEUU está en plena decadencia.

AUTODEFENSA Los demócratas quieren ver el país replegado militarmente, ciñéndose estrictamente al espíritu del artículo noveno de la Constitución, el cual prohíbe la intervención de las fuerzas armadas japonesas en conflictos bélicos que no tengan por fin la autodefensa nacional. De esa manera, se oponen a los intereses norteamericanos.

El Gobierno del expresidente de EEUU George Bush no solo logró que Tokio despachara las Fuerzas de Autodefensa a Irak en el 2004, donde trabajaron dos años en tareas de reconstrucción, sino que estas aún colaboran en aguas del Indico repostando el combustible que consume el Ejército estadounidense en Afganistán. Si Tokio se distancia de Washington en temas de defensa, Obama tendrá dificultades para mantener la maquinaria militar en Afganistán.

En el frente interno, el golpe de timón supone un desplazamiento de la derecha al centro izquierda, aunque muchos temen que el nuevo derrotero tenga tintes populistas. Hatoyama acaba de denunciar que "en la búsqueda fundamentalista del capitalismo, se trata a la gente ya no como un fin sino como un medio", y sostiene que Japón debe enmendar el rumbo.

No obstante, para cumplir su programa de gobierno, que promete reducir el despilfarro de la burocracia ministerial, dar más acceso a la educación, garantizar la sanidad y las pensiones y estimular el crecimiento demográfico, Hatoyama no contempla romper con el esquema empleado por el oficialismo, que se resume simplemente en mantener o aumentar el gasto público.