Amenazados por el desequilibrio de poder creado por el programa nuclear iraní y empujados a buscar soluciones a las crecientes demandas energéticas, la mayoría de los países de Oriente Próximo se han embarcado en proyectos para construir instalaciones nucleares con fines civiles. Los grandes actores de la geopolítica han corrido en busca de las oportunidades de negocio, pero no es esta una carrera exenta de riesgos. La fragilidad de muchos regímenes y la inestabilidad endémica de la región siembran dudas en el horizonte.

"Las reglas han cambiado", decía a principios del 2007 el monarca jordano, Abdalá II, al diario israelí Haaretz. "Si antes Jordania decía ´nos gustaría una región sin nucleares´ (-), ahora todo el mundo persigue programas nucleares". Una docena de países como Argelia, Libia, Turquía, Egipto, Jordania, Arabia Saudí, Yemen y los estados del Golfo han firmado ya acuerdos de cooperación con Rusia, Francia, EEUU, China, Canadá o Corea del Sur para levantar centrales atómicas destinadas a producir energía eléctrica.

"Necesitamos alternativas al petróleo y sus elevados precios porque cada año crece la demanda energética. La energía nuclear es relativamente barata y limpia", explica a este diario el analista jordano Oraíb Al Rantaui. Su país, rico en uranio pero sin reservas de crudo, espera contar en el 2015 con el primer reactor para desalinizar agua del mar Rojo y generar electricidad.

Los recelos que Irán despierta entre los regímenes árabes de la región han contribuido a acelerar la carrera nuclear. "La energía nuclear es un símbolo de progreso y de poder, y nadie quiere quedar rezagado ante los avances iranís", afirma el analista israelí del Centro de Estudios de Seguridad Nacional Yiftah Safir. "Los árabes no buscan necesariamente armas atómicas, pero sí quieren dejar claro a Irán que si se hace con la bomba ellos también tendrán la tecnología para fabricarla".

Esta idea la confirmaba el comité de Relaciones Exteriores del Senado de EEUU. Un informe de hace meses aseguraba que países como Turquía o Arabia Saudí tienen visos de lanzarse a por la bomba si la teocracia chií acaba produciéndola. Irán insiste en los fines pacíficos de su plan, pero ha recibido varias rondas de sanciones internacionales por negarse a frenar el enriquecimiento de uranio.

EL FUTURO "Para Occidente es una ocasión inmejorable de relanzar su industria nuclear, paralizada desde el desastre de Chernóbil", afirma Safir. Los problemas pueden llegar en unos años. "Esta región es inestable y no hay garantías de que algunos regímenes no puedan quedar algún día en manos de fundamentalistas islámicos", apunta el experto israelí de origen iraní Meir Javedanfar.