Bagdad, la capital de Irak, y Mosul, a unos 400 kilómetros al norte de la primera, fueron ayer escenarios de cuatro atentados que costaron la vida, al menos, a 46 personas e hirieron a casi 250. Desde que a finales de junio las tropas de EEUU traspasaran a las fuerzas iraquís la seguridad en los centros urbanos, una ola de violencia interétnica entre chiís y sunís se ha adueñado del país.

Los ataques más graves de ayer se produjeron a 20 kilómetros de Mosul, cerca de una mezquita chií de Jazna, donde la explosión de dos camiones bomba acabó con 30 personas e hirió a 160.

En Bagdad, las dos bombas que estallaron en puntos diferentes del suroeste de la capital estaban dirigidas contra jornaleros que buscaban trabajo. Al igual que en el caso de Mosul, las zonas de la capital escogidas para los atentados son de mayoría chií.

A pesar de que ningún grupo reivindicó los ataques, las autoridades iraquís sospechan de grupos insurgentes vinculados a Al Qaeda. El rebrote de la violencia, que tiene como víctimas a los chiís, hace temer un rebrote de la pugna sectaria que, entre el 2006 y 2007, casi llevó al país a la guerra civil.