La palabra "desaparecidos" vuelve a estremecer a Chile. El dedo acusador apunta nuevamente al Ejército, aunque esta vez no se trate de opositores a la dictadura del general Augusto Pinochet (1973-90) arrojados al mar o ejecutados sumariamente en la sombra.

Una tormenta de nieve se abatió días atrás en la cordillera de los Andes, cerca del volcán Antuco, sobre un batallón de 451 soldados que realizaban un inexplicable entrenamiento a la intemperie y sin ropa térmica adecuada, a pesar de las adversas condiciones meteorológicas. De los 45 soldados devorados por la inclemencia blanca --casi todos menores de 19 años-- se han encontrado ya 21 cuerpos sin vida. Los otros 24 siguen siendo buscados.

Tormenta política

La llamada tragedia de Antuco ha provocado una verdadera conmoción. El presidente, Ricardo Lagos, estuvo en el lugar de los hechos --a unos 50 kilómetros al sur de Santiago-- y decretó tres días de duelo. El jefe del Ejército, el general Juan Emilio Cheyre --el protagonista de la inédita autocrítica institucional por la responsabilidad que tuvo en las violaciones de los derechos humanos-- acaba de destituir a toda la cadena de mando del regimiento involucrado en los hechos. También ha anunciado la apertura de una causa judicial ante la fiscalía militar, en la que el propio Ejército se constituirá en parte querellante. Pero los gestos del mandatario chileno no acaban de ahuyentar el peligro de que se cierna sobre él una tormenta.

La tragedia de Antuco asesta un fuerte golpe contra la política del servicio militar obligatorio. Diversas organizaciones sociales han convocado para mañana una marcha en el centro de Santiago, bajo la consigna Servicio militar, escuela de muerte y en favor de unas Fuerzas Armadas profesionales.

Las instituciones castrenses se nutren de dos fuentes. Una es el voluntariado. El resto de las necesidades se cubren con el servicio obligatorio. En cierta manera, los dos mecanismos están siendo cuestionados. Los voluntarios no llegan a la milicia por vocación. En general, provienen de sectores muy humildes. Buscan en los cuarteles la comida, el servicio de sanidad y el calor que les escamotea la realidad de un país cuya economía crece sistemáticamente desde hace más de 15 años, pero aún tiene asignaturas pendientes en cuanto a la distribución de la riqueza.

"Los jóvenes confían en el Ejército, lo ven como una oportunidad para su desarrollo", dijo Cheyre al comentar el notable ascenso de inscripciones voluntarias, que este año constituyeron el 86,4% de los soldados. "Que las madres sepan que sus hijos van a estar bien cuidados y atendidos", señaló, en plena campaña de reclutamiento. Lo ocurrido en Antuco ha tenido una gran repercusión, pero no se agota aquí la polémica. La Red Chilena de Objeción de Conciencia viene denunciando los malos tratos que sufren los soldados, así como una serie de muertes "sin explicación aparente" que el Ejército calificó de "accidentes".

Respaldo al ministro

Lagos salió a respaldar a Cheyre, el general que --según dijo, el sábado, durante la ceremonia de inhumación de los restos de 14 de los soldados-- contribuyó a que las Fuerzas Armadas hayan vuelto a ser "de todos los chilenos" y se hayan "integrado a la vida democrática". Pero, según el diario La Tercera , no está dispuesto a "defenderlo a cualquier precio".

El senador Jaime Naranjo, presidente de la Comisión de Derechos Humanos de la Cámara alta, señaló que los sucesos de Antuco crean "una situación nueva" que obligará a pensar "cómo readecuar la legislación" en lo que se refiere al servicio militar.