Si la publicidad es reflejo de lo que vende en una sociedad, no hay duda de qué es lo comercial en EEUU en vísperas de la toma de posesión de Barack Obama como presidente: optimismo, esperanza, ilusión. Optimismo; Sí, tú puedes, y Uno para todos son algunos de los eslóganes, por ejemplo, de las vallas publicitarias con las que Pepsi ha inundado Washington. Pese a la crisis económica, pese a las dos guerras, pese a todos los problemas en innumerables frentes que Obama hereda (o puede que a causa de que peor no pueden ir las cosas), EEUU se dispone a coronar mañana a su 44º presidente esperanzado por el futuro.

"Oleada de optimismo" y "fe en Obama" son algunas de las frases con las que The New York Times ayer informaba de una encuesta que ofrece unos datos muy reveladores: el 79% de los estadounidenses se sienten optimistas por lo que va a ocurrir en los próximos cuatro años. En un sondeo de The Washington Post y de la ABC, el 68% de los encuestados sostienen que Obama será un buen o muy buen presidente. Esperanza, cambio, ilusión son las palabras más repetidas cuando se les pregunta a los estadounidenses, incluso a muchos de los que votaron al candidato republicano, John McCain.

REALISMO E IDEALISMO Casi por arte de birlibirloque, Obama le ha dado la vuelta al estado de ánimo del país. Estas mismas encuestas que ven un futuro tan prometedor también indican que el diagnóstico de la situación actual es tenebroso. El realismo a la hora de valorar el presente se convierte en idealismo al pensar en el futuro, ese idealismo que en su recorrido en tren desde Filadelfia a Washington reclamaba el sábado Obama para la nación americana.

El aún presidente electo llega a la Casa Blanca con mucho más que un mandato, un enorme capital político y una luna de miel que se prevé relativamente duradera: cuando mañana por la noche se acueste en la mansión presidencial, lo hará con el importante bagaje de tener una nación convencida, a sus pies.

Tanta ilusión en tiempos tan convulsos se canaliza desde este fin de semana y hasta el martes en Washington, en la toma de posesión que, como todo lo que rodea el camino de Obama hasta la presidencia, agota los sinónimos del adjetivo histórico. El viaje en tren fue el aperitivo, y ayer empezaron los actos con una ofrenda flora en el cementerio de Arlington y el concierto en el simbólico National Mall de la capital estadounidense.

Se prevé frío, una pesadilla logística y un despliegue de seguridad sin precedentes que lo complicará todo sobremanera, pero también dos millones de personas procedentes de todo el país en las calles de la capital. Con ese apego a la historia de una nación tan joven, una de las frases más recurrentes es que en los años venideros la gente preguntará: "¿Dónde estabas el día de la toma de posesión de Obama?" Y parece que todo el mundo quiere decir que estuvo en Washington, empezando por luminarias de Hollywood y acabando por centenares de miles de ciudadanos de a pie. Ni el dispendio que fiestas, conciertos, bailes y desfiles implican (unos 112 millones de euros) ha merecido críticas.

VALORES COMUNES "Esto no es la celebración de una elección. Es la celebración de nuestros valores comunes", dijo Linda Douglass, portavoz del comité que ha organizado los fastos de la coronación de Obama. Así al menos se lo toman los estadounidenses, orgullosos de que un negro se instale por primera vez en la mansión que construyeron esclavos y sedientos del discurso pragmático, profundamente enraizado en los valores estadounidenses, del presidente electo. Porque si el fondo de Obama se empezará a ver a partir del miércoles, las formas, la melodía del obamismo hace tiempo que son una carta ganadora.

Según Rahm Emanuel (jefe de gabinete) y Robert Gibbs (secretario de prensa), el discurso de Obama de mañana enfatizará la "responsabilidad" y el fin de la "cultura del dejar hacer". Obama se comprometerá a trabajar duro, a contar con todos, a no gobernar a partir de apriorismos ideológicos, sino desde el sentido común, y a ser un ejemplo a seguir. A cambio, pedirá a la población responsabilidad y sacrificio. Con Obama llega el fin, al menos por ahora, del cinismo en la política de la Administración Bush. Y todo el país parece dispuesto a acompañarlo.