La captura del expresidente Sadam Husein no sólo no ha mitigado la violencia que impera en Irak --como parecía esperar Estados Unidos--, sino que está exacerbando la sublevación de sus seguidores, sin haber aplacado la actividad armada de la resistencia, cuyas acciones nunca dependieron del depuesto dictador.

El alzamiento suní se recrudecerá a medida que la mayoría shií ocupe inevitablemente un poder acorde con su predominio. Los shiís reclamarán la soberanía, y los kurdos, la independencia. Un paisaje caótico que no mejorará porque el tirano esté preso o sea ejecutado.

*Periodista.