El papa Juan Pablo II realizó ayer una visita sin precedentes al Parlamento italiano, donde, en un discurso de 45 minutos, advirtió sobre la crisis de natalidad en Italia --que registra una de las tasas más bajas del mundo-- y pidió a los ciudadanos que tengan más hijos para invertir esa tendencia. El anciano Pontífice afirmó que la "cruda evidencia" obliga a tomar medidas contra el descenso demográfico e instó al Gobierno de derechas a fomentar las políticas de ayuda a la familia.

Fue la primera vez que un papa puso un pie en el Parlamento de Roma y la segunda vez que Karol Wojtyla se dirigía al poder legislativo de un país. Antes, sólo lo había hecho en su Polonia natal. El acto quiso poner fin simbólico a la vieja fractura entre Italia y la Iglesia, abierta en 1870, cuando se puso fin al Estado Pontificio.

MEDIDAS DE SEGURIDAD

La comparecencia estuvo rodeada de imponentes medidas de seguridad. Una docena de parlamentarios sobre casi un millar no acudieron al acto por razones ideológicas e históricas, como el comunista Armando Cossutta y el republicano Giorgio La Malfa. También ocho parlamentarias de la izquierda causaron baja y escribieron en una carta que "la separación entre la confesión religiosa y las instituciones debería ser el fundamento del Estado".

Pero sin embargo, para un comunista ortodoxo como Fausto Bertinotti, el encuentro fue "emocionante". El histórico líder radical, Marco Pannella, comentó duramente: "Al Papa le diría que es magnífico, adorable y que sus palabras y pensamiento son expresiones de una ininterrumpida lucha contra los valores del humanismo, como la tolerancia, la democracia y las libertades".

Pero el casi millar de diputados y senadores aplaudieron en 26 ocasiones el discurso del Papa y lo despidieron con un aplauso de dos minutos y medio. La visita de Juan Pablo II había sido aplazada muchas veces desde hace años, porque nunca parecía el momento adecuado para que un papa tomase la palabra en la institución más autónoma del Estado.

Ni la Democracia Cristiana, que gobernó desde 1948 hasta 1992, se atrevió a invitarle, quizás porque en aquellos años las decisiones estratégicas del partido católico italiano ya se tomaban más en el Vaticano que en el Congreso. Hasta la fecha de ayer, Juan Pablo II había visitado el Capitolio, sede del Ayuntamiento, y el palacio del Quirinal, expalacio de los papas y actual residencia del presidente de la República.

LOS PRESOS

El Papa los invitó a "interrogarse sobre la contribución que Italia puede dar a la civilización humana", y abogó por una "señal de clemencia" a favor de los presos, e hizo votos para que Europa no olvide sus raíces cristianas.