Unas calles desiertas y un Papa particularmente frío y preocupado por la situación "tanto en Irak como en Tierra Santa" escenificaron ayer el primer desencuentro europeo del presidente de Estados Unidos, George Bush, nada más llegar al viejo continente en su tercera visita a Roma, camino de Normandía para celebrar el 60º aniversario del Día D. Por la tarde, miles de personas de los grupos antimundialización y partidos de la oposición progresista desfilaron por las calles de Roma protestando "contra la guerra" y "contra Bush".

De acuerdo con el portavoz del Vaticano, Joaquín Navarro Valls, la audiencia que el Papa concedió a Bush fue "muy cordial". Sin embargo, Juan Pablo II le hizo claros reproches al presidente, tanto al reiterar indirectamente su condena a las torturas de prisioneros en Abú Graib --"hechos deplorables que han inquietado la conciencia cívica y religiosa de todos"-- como al exigir una "rápida devolución de la soberanía a Irak". Además, Bush y el Papa cruzaron diversos desaires protocolarios que agriaron aún más el encuentro.

AUSENCIA DE RICE Bush quería llegar a Roma ayer y no anteayer como lo hizo --no le gusta viajar de noche--, pero el Vaticano se negó a modificar la agenda del Papa, que hoy viaja a Suiza. Por su parte, el séquito presidencial llegó al Vaticano con seis minutos de retraso, un larguísimo retraso según el protocolo. En el último momento, se suprimió también sin dar explicaciones la presencia en la audiencia de la asesora de Seguridad Nacional, Condoleezza Rice, que se quedó en la embajada. La audiencia del Papa a Bush duró sólo 11.57 minutos (el tiempo máximo es de 30 minutos), mientras que a otros líderes, como Yasir Arafat, les dieron 29.

Los medios de EEUU subrayaron que el interés de Bush en ver al Papa yacía en poder hacerse la foto, que puede resultar muy útil en la larga campaña electoral estadounidense, frente a los cada vez más numerosos electores hispanos, que se suponen de cultura católica. La mayoría de los católicos de EEUU suelen votar a los demócratas.

"Usted es un gran símbolo de la libertad", dijo Bush a Karol Wojtyla, al tiempo que le entregaba la Medalla de la Libertad. Juan Pablo II, que ayer no estaba muy bien de salud, leyó su discurso en un inglés casi ininteligible. Recordó que la visita de Bush tiene lugar "en un momento de gran preocupación" por la situación en Oriente Próximo, para el que abogó por "nuevas negociaciones, dictadas por un compromiso sincero y decidido de diálogo, entre el Gobierno israelí y la autoridad palestina".

Por la mañana, Bush se había entrevistado con el presidente de la República y partisano durante la segunda guerra mundial, Carlo Azeglio Ciampi, que agradeció a EEUU la liberación del fascismo. Justo ayer hizo 60 años que las tropas aliadas entraron en Roma. Bush también participó en un acto de recuerdo a los 335 civiles asesinados por los nazis en las Fosas Ardeatinas.

MANIFESTACION Mientras Bush y su esposa Laura echaban una siesta en la residencia del embajador de EEUU, casi todos los partidos, grupos y movimientos de la oposición progresista empezaban su manifestación "contra la guerra". Miles de personas (unas 30.000 según los medios de comunicación) desfilaron en medio de un fuerte despliegue de seguridad. Bush alargó su estancia en Roma, para cenar ayer y reunirse hoy con su aliado, Silvio Berlusconi.