Ya ha llegado el equipo que nos sustituirá y regresamos a España. A lo largo del día de hoy (por ayer) terminaremos de empaquetar y nos iremos hacia Santo Domingo para coger un vuelo de regreso. Han pasado dos semanas desde que llegamos a Puerto Príncipe y durante ese tiempo hemos colaborado lo humanamente posible con los haitianos. Les hemos curado las heridas y facilitado agua y comida, que era lo más urgente tras el primer gran terremoto y las continuas réplicas que casi a diario se producían. Ahora serán otros compañeros los que continúen la tarea --muy dura aún-- hasta que Haití recupere una cierta normalidad.

Nos cuentan que el camino hacia el aeropuerto sigue en muy mal estado. Las carreteras en muchas zonas están intransitables y encima conseguir transporte es muy difícil. Solo hay un autobús que te lleva al aeropuerto y cuando lleguemos allí tendremos que ponernos en cola. Hay que aprovechar los vuelos que llegan cargados para regresar a España ahora que van vacíos. Pero el grupo tiene mucho material que transportar y ese es un problema añadido, con lo cual no sabemos a qué hora podremos embarcar.

Por lo demás, la capital sigue como siempre. Continúan desenterrando cadáveres debajo de los escombros y retirando las toneladas de cascotes que el seísmo ha dejado. La vida sigue siendo dura y peligrosa, aunque algo mejor que hace quince días cuando llegamos. El impenetrable olor nos acompaña allá donde estemos y el sofocante calor te hace la vida muy difícil. Pero ahora lo vemos todo de otra manera.