Cada día aparece alguien en Washington que ofrece su receta para la guerra de Irak. El último ha sido el secretario de Defensa, Robert Gates, que en rueda de prensa afirmó que ve posible reducir a finales del 2008 a 100.000 soldados los 160.000 que hay en el país árabe. La estimación del jefe del Pentágono es más optimista que la de George Bush y que la del comandante estadounidense en Irak, el general David Petraeus, que no se han comprometido a más reducciones de soldados más allá de los 30.000 que deberían haber regresado en julio del 2008. Mientras, varios miles de manifestantes marcharon ante la Casa Blanca para pedir el regreso inmediato de los soldados.

Consciente de que sus palabras podrían ser interpretadas como una fisura en la Administración de Bush, un portavoz de Gates matizó que el secretario de Defensa expresó su "opinión personal" y no un plan militar formal. Pero la clarificación no oculta que el Pentágono tiene una opinión diferente respecto el número de tropas que los comandantes en Irak, encabezados por Petraeus, y la Casa Blanca. Cuando Petraeus asumió el cargo hizo suya la tesis de que parte de los problemas de EEUU en el país árabe nacían de la política del exsecretario de Defensa Donald Rumsfeld de enviar el mínimo de tropas posibles. De ahí que en enero de este año Bush ordenara el envío de 30.000 soldados adicionales.

SOBRESFUERZO Pero en el Pentágono se señala que el sobresfuerzo del Ejército en Irak genera efectos secundarios: falta de dotaciones de la Guardia Nacional dentro del país, aumento de la presión sobre los soldados y la desatención de otros frentes. Algunas voces en el Pentágono llevan tiempo advirtiendo de que la capacidad estadounidense para responder de forma correcta a una emergencia militar se ha visto gravemente mermada.

Cuando habló, Gates sabía que tanto Bush como Petraeus dijeron que no se pueden prever reducciones de tropas más allá del verano por lo volátil que es Irak.

Pero Gates ha sido siempre un escéptico de la estrategia de aumentar la presencia militar para incrementar la seguridad en el país y su estabilización política. Antes de ser nombrado secretario de Defensa, Gates integró el comité que redactó el informe Baker-Hamilton, que proponía un enfoque denominado realista, que incluía implicar diplomáticamente a Irán y Siria y traspasar la seguridad a las fuerzas de seguridad iraquís.

Por eso, Gates apuntó que esas 100.000 tropas que estarían en Irak a finales del 2008 se dedicarían a operaciones antiterroristas, a entrenar a las fuerzas iraquís y a patrullar las fronteras, en línea con el informe Baker. En ese sentido se expresó ayer Bush cuando dijo que, a partir de diciembre, EEUU empezará una fase militar en Irak en la cual las tropas "pasarán de liderar las operaciones a compartirlas con las fuerzas iraquís y a supervisarlas". Algunos analistas apuntaban que las palabras de Gates pueden ser un indicio de la idea que la Casa Blanca tiene de qué presencia en Irak se encontrará el sucesor de Bush.

BATALLA POLITICA Demasiado para unos demócratas que ya se ven en la Casa Blanca y que se temen que deberán lidiar con la patata caliente iraquí. Esta semana empezará de nuevo en el Congreso la batalla política, con varias iniciativas legislativas que buscan minar la capacidad de maniobra de Bush. Un equipo del Congreso está en Irak para ver la realidad de primera mano. Y, cuando les dejan, los iraquís dicen lo que piensan. Como el ministro de Asuntos Exteriores, Hoshyar Zebari, que alertó de que una retirada brusca de EEUU sería "devastadora".