En el Versailles, el punto de encuentro del más visible exilio cubano en Miami, la fiesta que se vivió a principios de la semana pasada celebrando anticipadamente la muerte de Fidel Castro empieza a ser mero recuerdo. El sábado, solo unas decenas de personas participan en una vigilia por una transición democrática en Cuba. Hombres y mujeres, casi todos mayores de 50 años, alzan rosas blancas, encienden velas y reciben copias de la Declaración Universal de los Derechos Humanos.

Tras las oraciones, piden a gritos: "¡Que se muera el dictador!". Y se oye el himno de Bayamo, que tan distinto suena a uno y otro lado del estrecho de Florida. Morelia Croes, una mujer de 32 años, lo canta una y otra vez, mientras blande una bandera cubana con su gemela, Rebeca. Lo siente. Y solo lo silencia cuando divisa a Lázaro y va corriendo a abrazarlo, entre lágrimas y risas. Se conocieron hace 20 años en Santa Clara. Hacía 15 que no se veían.

El reencuentro no habría sido posible si Amay Machado González, una cubana de 24 años, no hubiera fallecido hace 26 días en el mar. Morelia y otros 28 cubanos viajaban con ella en una balsa que Morelia ayudó a financiar con 1.000 pesos cubanos (unos 40 euros). El bote no parecía seguro, pero Morelia estaba decidida a irse.

Tras una noche en el mar, el bote empezó a hacer agua, y los balseros fueron rescatados por lo que Morelia afirma que eran tres jóvenes cubanos de Miami, a los que la Guardia Costera acusa de formar parte de una red de tráfico de inmigrantes. Comenzó una persecución en la que Machado se golpeó la cabeza. La Guardia Costera frenó la lancha disparando.

Primero fueron trasladados a un escampavías , uno de los buques con los que la Guardia Costera intenta evitar la llegada de balseros cubanos. Luego, un fiscal determinó que en su caso no se podía aplicar la política de pies secos, pies mojados que instauró Bill Clinton en 1995, que establece que los cubanos interceptados en el mar son repatriados mientras que quienes llegan a la costa pueden quedarse. Y, el 21 de julio, una juez les dio el permiso para quedarse, porque serán testigos en el juicio al que se enfrentan los cubanos de la lancha que Morelia asegura que les salvaron la vida.

Reencuentro

En Miami, Morelia se ha reencontrado con dos de sus hermanas, Rebeca y Laura, que salieron legalmente, "por el bombo", esa lotería en la que Washington reparte desde 1994 en Cuba un mínimo de 20.000 visados al año. Quiere convalidar su título de peluquera y aunque tendrá que sacarlo de nuevo, tiene tiempo y dinero para hacerlo. Como el resto de cubanos en EEUU, Morelia disfruta del trato de favor denunciado por otras comunidades inmigrantes: recibe 180 dólares al mes del Gobierno y bonos de comida, ayuda económica para estudiar y asistencia médica gratuita durante seis meses.