Unos minutos de silencio ante una sencilla lápida, sin ningun signo religioso visible, y en la que únicamente se lee: "Jadranka Minic 1954-1994". Boban Minic, director de programas culturales de la radio televisión bosnia en los 90, que actualmente vive en España, y uno de los radiofonistas más populares durante la guerra de su país, quiso aprovechar ayer su estancia en Sarajevo para recalar en Markale, el mercado donde murió su hermana en 1994 durante un bombardeo, y detenerse ante su tumba. Desde la colina que ocupa el camposanto, con la capital bosnia a sus pies, Minic lamentó lo sucedido en los Balcanes en la década pasada, advirtió contra las derivas incontrolables que conllevan los nacionalismos excluyentes de cualquier signo y expresó su deseo de que guerras fratricidas, como las que pulverizaron la antigua Yugoslavia, no vuelvan a repetirse en ningún lugar del mundo.

"Era un privilegio ser yugoslavo; con nuestro pasaporte negro podíamos ir por toda Europa sin visado, con excepción de España y Albania; lo que han hecho con este país es imperdonable", apostilló el periodista, que no se identifica con ninguna confesión religiosa ni étnica.

MOMENTOS INTENSOS Agnóstico, de padre montenegrino y madre musulmana, Minic era el perfecto hijo del multiculturalismo yugoslavo, un hombre que acabó en la lista negra de los enemigos de los serbobosnios. "Para ellos, o estabas con ellos, o contra ellos", dice.

La de ayer fue una jornada dedicada a evocar los momentos más intensos de la contienda, desde su estallido, en 1992, hasta que salió de Sarajevo, a finales de 1994. Desde el agónico peregrinar por cuatro hospitales en busca de noticias de su hermana, horas después de que un proyectil impactara en Markale, hasta la mañana en la que descubrió una bala disparada por un francotirador junto a su hijo de seis meses. Este incidente le empujó a tomar la decisión de sacar a toda su familia de la ciudad.

RUTA POR HOSPITALES "El día en que mi hermana murió recibí una llamada de mi madre; yo, como periodista, tenía derecho a uno de los 5.000 teléfonos que funcionaban en la ciudad", recuerda. En las horas previas al bombardeo, su hermana Jadranka había recibido la noticia de que en un edificio cercano comenzó a brotar agua de un grifo. "El suministro de agua se había cortado, y mi hermana hizo aquel día 10 viajes con cubos para traer agua", recuerda. Después, Jadranka acudió a Markale, y en el momento en el que entraba en el recinto, se precipitó el proyectil. "Tardé nueve horas en encontrar su cuerpo; había ido a todos los hospitales y viendo que no estaba, respiré aliviado; al final, me pidieron que mirara más y vi el cadáver de mi hermana", cuenta.

JORNADAS AGOTADORAS El entierro se realizó pocos días después. "Había tantas cámaras de televisión y tantas tropas de la ONU" y se había generado tal reacción de condena internacional que los serbios no se atrevieron a disparar, pese a que el cementerio estaba muy expuesto; yo levanté la vista hacia los montes de Poljine, donde estaban posicionados los serbios, como desafío", relata.

La radio se convirtió en el medio de comunicación esencial para informarse durante la contienda. "La televisión seguía emitiendo, pero solo llegaba a 50 kilómetros de Sarajevo; a través de la radio lanzábamos alertas para hallar el paradero de personas buscadas por sus familiares; dábamos consejos psicológicos; explicábamos cómo protegerse de los tiroteos", destaca de su experiencia profesional de aquellos años. Eran unas agotadoras jornadas laborales de 40 horas, con 15 minutos para descansar si había alguna grabación que incluir en la emisión. Con todos los vehículos confiscados o destruidos por los bombardeos, solo podía ir al trabajo a pie o a bordo de una furgoneta de la tele.

Poco le queda a Sarajevo de aquella ciudad multicultural, que organizó los Juegos Olímpicos de invierno de 1984, que albergaba las esencias del ser yugoslavo. "Ahora hay muchos refugiados del este de Bosnia, y algunos musulmanes viven la religión de otra manera", resume.

La situación jurídica de Radovan Karadzic sigue su curso. Su abogado, Svetozar Vujacic, tenía previsto presentar ayer el recurso contra la extradición de su cliente a La Haya, donde se encuentra la sede del Tribunal Penal Internacional para la antigua Yugoslavia. El letrado esperó hasta el último momento para ganar tiempo y que la familia de su cliente pueda visitarlo.