La casuística ha fijado la sucesión inamovible de actos: misil o ensayo nuclear, condena internacional, reunión de la ONU y aprobación de agravadas sanciones con la triunfalista aclaración de que, ahora sí, serán decisivas. Corea del Norte es el país más sancionado del mundo y también el mejor ejemplo de la inutilidad de las sanciones como herramienta diplomática.

Ocurrió por última vez esta semana. La enésima remesa de sanciones incluye la prohibición de comprar gas natural y vender textiles, un embargo "progresivo" de petróleo y las puertas cerradas a nuevos trabajadores norcoreanos en el extranjero. Supone un problema serio para Pionyang. Las prendas de ropa habían relevado al carbón como principal fuente de divisas desde que China adoptó las penúltimas resoluciones y el grueso del sueldo del medio millón de norcoreanos fuera de sus fronteras acaba en las arcas nacionales. Pero el presidente de EEUU, Donald Trump, aguó el triunfalismo de su propia diplomacia. Las sanciones, aclaró, son "sólo un pequeño paso, no son gran cosa". "Nada en comparación con lo que tendrían que haber sido", añadió.

La resolución necesitó de tijeras para incluir las firmas de Pekín y Moscú. Del plan original de Washington cayó el embargo total de petróleo que los expertos, ahora sí, señalan como un golpe definitivo. La mítica capacidad de adaptación de la economía norcoreana al estrechamiento del paisaje ya da comprensibles síntomas de agotamiento.

"Bomba económica nuclear"

El corte absoluto de suministro sería "crucial", opina Cheng Xiaohe, experto en Corea del Norte de la Universidad Renmin de Pekín. "Equivaldría a lanzar una bomba económica nuclear porque el petróleo es estratégico y Corea del Norte no es capaz de producir ni una gota", añade.

De las sanciones ha quedado exento el Oleoducto de la Amistad. Pionyang recibe el 90% de su petróleo a través de esa tubería que une la ciudad china de Dandong con las refinerías norcoreanas de Sinuiji. Fue completado en 1975 y por sus 30 kilómetros circulan al año 520.000 toneladas de crudo para el sector militar, agrícola, pesquero y de transportes. Existen razones técnicas y estratégicas para que China quisiera salvaguardar un oleoducto que construyó cuando sus relaciones con Pionyang eran menos ásperas. La detención del caudal formaría un tapón que arruinaría sin remedio la cañería y, en el mejor de los escenarios, obligaría a costosísimas reparaciones.

China entiende la diferencia entre presionar a Piongyang y empujarla al precipicio. La historia exige cautela: Japón interpretó el embargo de petróleo en 1941 como una declaración de guerra y atacó Pearl Harbor cuando EEUU lo creía imposible. Tampoco la comunidad internacional prevé que Corea del Norte se vuelva contra su antiguo aliado a pesar de los deteriorados vínculos. Pekín, sin embargo, teme la reacción de un vecino nuclear acorralado.

El embargo dañaría la estabilidad del país e impactaría gravemente en su economía, confirma Zhao Tong, experto del centro Tsinghua-Carnegie. "Pero Corea del Norte siempre prioriza el uso militar al civil y la vida de los ciudadanos quedaría afectada. Es improbable que tuviera efectos inmediatos en el programa nuclear y de misiles", añade. Más seguro es que la medida propuesta por Trump obligara a los norcoreanos a trasladarse a pie al trabajo o les privara de calefacción en los heladores inviernos.