El nuevo presidente colombiano tuvo ayer también una toma de posesión simbólica ante las cuatro comunidades indígenas asentadas en la Sierra Nevada de Santa Marta.

Allí, los koguis, arhuacos, kankuamos y wiwas lanzaron sus ruegos a un buen Gobierno y dieron fuerzas a Santos para enfrentar sus grandes desafíos. El presidente contará con un Congreso dócil, con mayoría conservadora, y un gran margen de tolerancia mediática. Pero, ante todo, sabe que debe responder al aluvión de votos que lo llevó al poder. Durante la campaña, se comprometió a hacer realidad un programa de 110 puntos, la mayoría de corte social y contra la corrupción.

Casi la mitad de los 44 millones de habitantes de este país que destina enormes sumas de dinero a la lucha contrainsurgente y antinarcóticos, vive en la pobreza. El alto grado de desigualdad en algunas zonas rurales solo es superado por Paraguay. Santos prometió crear de dos millones de puestos de trabajo. El flamante jefe de Estado llega a la Casa Nariño como el garante de la política de "seguridad democrática" que ha asestado en estos ocho años duros golpes a la guerrilla. Santos tiene, a su vez, un complejo horizonte en el tema de derechos humanos. La ONU y Human Rights Watch vienen observando reiteradas violaciones, como las ejecuciones extrajudiciales.