Cuando Nicolas Sarkozy fichó el pasado mes de junio a Fréderic Mitterrand, sobrino del expresidente socialista, como ministro de Cultura, el nombramiento fue analizado como un golpe a la izquierda. Nadie se dedicó a exhumar los pasajes del libro publicado hace cuatro años, bajo el título La mala vida , en los que este homosexual declarado admite haber pagado por tener relaciones sexuales con jóvenes en Tailandia. Pero a raíz de su enérgica defensa del cineasta Roman Polanski --detenido en Suiza por haber tenido relaciones con una menor hace 30 años--, esta misma confesión ha desatado una virulenta tormenta política que incomoda al Gobierno.

El primer ataque lo disparó el lunes la extrema derecha por boca de la dirigente del Frente Nacional Marine Le Pen. Su petición de dimisión fue recibida con indiferencia hasta que, el miércoles, el portavoz de los socialistas Benoit Hamon puso el grito en el cielo. Y le siguieron algunos barones del partido.

La bola de nieve no dejó ayer de crecer para vergüenza de los miembros del Ejecutivo conservador, que han defendido al ministro pero han sido incapaces de ocultar su malestar ante una práctica que combate activamente el Gobierno francés y que genera una gran hostilidad en su electorado. Sarkozy no se puede llevar a engaño, puesto que Mitterrand le advirtió del contenido del libro antes de nombrarlo. El presidente le dijo que lo había leído y que le parecía un testimonio valiente.

Inicialmente combativo --"es un honor que el Frente Nacional me arrastre por el fango"--, el ministro se vio obligado a dar explicaciones en el informativo televisivo de más audiencia. "No hago apología del turismo sexual ni de la pedofilia", se defendió Mitterrand, que aseguró no haber mantenido "jamás" relaciones con menores.

"Fue un error, sin duda, pero no un crimen", dijo el titular de Cultura francés, que no piensa dimitir y se considera víctima de una "injusta" campaña aunque admite haberse dejado llevar "por la emoción" en su defensa de Roman Polanski.