En medio del entorno de tensiones que viven los habitantes de Nicaragua, una marcha convocada en la localidad de Masaya se vio obligada a modificar su plan original, ya que las fuerzas estatales reprimieron a los asistentes y los obligaron a ceder las calles a un grupo de sandinistas para que efectuaran su propia marcha.

Esta marcha tenía varios días de planeación con la colaboración de todos los participantes y fue en apoyo a la Iglesia Católica, pero esta manifestación integrada en su mayoría por los opositores al régimen, tuvo que cambiar su trayecto original para evitar los puntos donde se ubicaban las "fuerzas combinadas" del Gobierno, integradas por policías, parapolicías, paramilitares y antimotines.

Esto ocasionó que la marcha fuera menos numerosa de lo esperado, debido a que los efectivos gubernamentales impidieron la llegada a Masaya de una caravana blanquiazul que viajaba desde Managua. La marcha de los autoconvocados apenas llegó a reunir a unas 200 personas, mientras que la de los sandinistas contó con un grupo de unos 300 simpatizantes del régimen orteguista, escoltados por uniformados y paramilitares.

Provocaciones y enfrentamientos verbales

En el punto en el que los oponentes se juntaron, ambos grupos cayeron en provocaciones verbales y esto dio lugar a disturbios durante los cuales los antimotines persiguieron a un grupo de autoconvocados, que tuvieron que huir por calle de la localidad sin volver a ser vistos por sus compañeros, quienes denunciaron estos hechos ante los periodistas locales.

A lo que denominaron como un acto de "acoso", los manifestantes opositores aseguraron que esto se dio “desde el principio de la marcha, con amenazas, intimidaciones” y aconsejando a las personas que no “hicieran el recorrido que tenían marcado", dijo un joven que se identificó como "Jaco".

A la llegada de los periodistas, a la que no se le permitió acercarse a la marcha sandinista, los manifestantes opositores plantaron cara a las "fuerzas combinadas", con la seguridad de que "si pasa algo ahora estará grabado y fotografiado", según dijeron algunos de los participantes.

"¿Por qué no nos dan ahora? Vengan, estamos aquí", gritaban insistentemente un grupo de manifestantes, quienes dieron detalles de la "represión" que habían sufrido minutos antes por parte de los policías para evitar la protesta.

Viven un estado de represión

Nicaragua, donde fueron asesinadas entre 317 y 448 personas según diversas entidades defensoras de los derechos humanos, vive la crisis más sangrienta desde la década de los años ochenta del siglo pasado, también bajo la presidencia de Daniel Ortega, quien tan solo reconoció 198 muertes desde el comienzo de la revueltas populares en pasado 18 de abril.

Las protestas contra Ortega y su esposa, la vicepresidenta Rosario Murillo, comenzaron por unas fallidas reformas de la seguridad social y se convirtieron en una exigencia de renuncia del mandatario, después de once años en el poder, con acusaciones de abuso y corrupción.